"El entierro de la sardina", pintura de Francisco de Goya
(1746-1828), parece exponer una oscura perspectiva de lo humano ante la
inminencia de la muerte. En este cuadro, elaborado entre 1808 y 1814, el pintor
español Francisco de Goya exhibe, en germen, el caracter de “pintor maldito”
que obras posteriores, como las del ciclo de las “pinturas negras”, le
otorgaría definitivamente.
El entierro de la sardina con su formato pequeño, forma
parte de un conjunto de pinturas de gabinete, de temática costumbrista, que
Goya elaboró manteniéndose alejado de estilos como el rococó o el neoclacismo.
Obras estrechamente relacionadas con la comentada son, por ejemplo, Auto
de fe de la Inquisición o bien, Casa de Locos.
Diversión aciaga
En el caso de El entierro de la sardina, Goya
representa la tradición medieval en donde se festeja la última jornada de estas
celebraciones. Se trata de la culminación del tiempo de “mundo al revés”, que
se efectuaba en el marco del carnaval. En este periodo, la gente se abandonaba
jubilosamente a una transgresión de la moral vigente; las multitudes se
arrojaban a lo instintivo y la voluntad de las clases populares se imponía a lo
instituido. Era
un tiempo de feroz y feliz caos.
Secreto macabro
En un boceto de esta pintura, no aparecían los mujeres de
claros vestidos que actualmente pueden verse allí. En su lugar Goya había
pintado monjes, y el estandarte, en vez del rostro macabro que en él aparece,
estaba escrita la palabra “mortus”. Estos detalles pueden constatarse a través
de un análisis de esta obra de Goya con un equipo de rayos X.
La fiesta del fin del mundo
En el alboroto pupulachero que Goya representó, puede irse
más allá de lo social y de esta manera, reflexionar en torno a siniestros
trasfondos que pueden advertirse de esta obra.
En realidad, ¿qué celebra la multitud del cuadro? Cual si se
tratara de un ritual pagano, los participantes de este macabro carnaval se
precipitan en un frenesí apocalíptico. El mundo del que se mofan es un ámbito
en decadencia. Pero tras el final de esta realidad, todo es incierto. Y así,
las máscaras sonrientes ocultan algo oscuro y amenazante: el terror ante la
muerte, la desaparición absoluta. Si solo puede comprenderse a un individuo, en
última instancia, como un ser social y comunicante, la transgresión definitiva
de lo instituido deviene la nada, el vacío, el silencio.
Apariencias rasgadas
Los alegres participantes del "entierro de la
sardina" ocultan tras sus máscaras coloridas, rictus de pánico. Los niños
que aparecen en el cuadro de Goya simbolizan un orden totalmente
extraviado, que la multitud enloquecida destruye en un acto de desesperación
ante la inminencia de la catástrofe.
Parecería que este Goya visionario- que en etapas
posteriores se dejaría llevar hasta el límite de sus oscura creatividad- nos
expresara que en cierto sentido todos estamos atrapados en un ritual como el
del "entierro de la sardina": existir tal vez no sea sino un juego
apocalíptico, un carnaval vacío, que tras una serie de pantominas y
muecas, palabras y pretextos, solo tratara de disimular la pavorosa
revelación de nuestra finitud.
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