José Gorostiza nació en la ciudad de San Juan Bautista, hoy
Villahermosa, en el año 1901. A lo largo de su vida se dedicó con entusiasmo a
labores gubernamentales, docentes, diplomáticas y literarias. Uno de los
acontecimientos más relevantes en la trayectoria de Gorostiza fue su
participación en el grupo de escritores y poetas denominado los
“Contemporáneos” cuya labor ha de situarse en la primera mitad del siglo XX.
Miembros de este notable movimiento fueron Xavier Villaurrutia, Jaime Torres
Bodet, Bernardo Ortiz de Montellano, Gilberto Owen, Carlos Pellicer, Salvador
Novo y Jorge Cuesta.
La intención de los Contemporáneos era retomar alcances
universales en la creación poética, distinguiéndose de cierta tendencia
literaria de las letras nacionales orientada hacia un mexicanismo a ultranza.
Los Contemporáneos trataron, en cambio, de asimilar a sus creaciones formas
estilísticas de la vanguardia literaria europea, por ejemplo, siguiendo modelos
de Gide, Pirandello, T. S. Eliot y Proust.
Justo en esa vertiente hacia el cosmopolitismo se inscribe Muerte
sin fin. Esta obra de Gorostiza contrasta notablemente con la previa
recopilación de poemas breves Canciones para cantar en las barcas (1925),
que si bien demuestra sensibilidad para identificar melancolías y felicidades
ocultas en la cotidianidad, no tiene una patente relación con la monumental
arquitectura de Muerte sin fin. Donde sí es factible encontrar un
prolegómeno para acceder al sentido de la obra magna de Gorostiza, es en el
texto Del poema frustrado, y en sus Notas sobre poesía.
Muerte sin fin parte de la genial metáfora del agua,
sofocada en la transparencia del vaso que la contiene, para desarrollar una
tortuosa reflexión acerca del ser, sus limitaciones, su relación con la muerte,
y el silencio de la divinidad ante los accidentados derroteros de su creación.
Mucho se ha comparado a Muerte sin fin con el poema Primero
Sueño de Sor Juana Inés de la Cruz, quien aborda similares temáticas,
aunque con un tono menos sombrío que el manejado por el tabasqueño. También se
ha querido ver en esta obra una cierta influencia de T.S.Eliot con su poema The
Waste Land, por el tono sentencioso y apocalíptico.
En esta nota se defiende la tesis (Octavio G. Barreda, 1939,Oscar
Wong, 1995) que vincula a Muerte sin fincon la tradición presocrática. Y
es que, además de la tentativa por explicar el origen, sentido profundo y
destino final del universo, a pura fuerza de inspiración poética, que expone
Gorostiza- cual si se tratara de un Heráclito, Parménides o Empédocles de la
era atómica- existe alguna otra clave que señala la intención primordialmente
cosmogónica de Muerte sin Fin. (Como lo intentó en el siglo XIX el gran
Edgar Poe conEureka).
En uno de los clímax del poema de Gorostiza, la realidad, al
desenvolverse en insólita involución, desemboca en la imagen de la divinidad en
el vacío, consumida en el retroceso de su propia pluralidad.
Esta imagen puede relacionarse con una intuición de la
sabiduría griega, que el italiano Giorgio Colli rescata en La nascita
della filosofia, un texto acerca de los orígenes de la razón y la
filosofía. Colli recuerda un fragmento de la sabiduría mistérica de los cultos
a Dionisos, en donde el dios, mirándose en un espejo, además de sí mismo,
contempla reflejado al mundo en su diversidad. Por lo consiguiente, todos los
fenómenos de lo real no son sino una visión de la deidad.
Y puesto que solo existe Dionisos, al final todo se anula y
se consume en el dios. De esta manera, los iniciados en los antiguos misterios,
para retornar a él, deben aventurarse en el pasado divino, bebiendo las frías
aguas de la fuente de Mnemosine, y pre-sentir el reconocimiento extático del
ser, en la divinidad de cuanto les rodea, aun sí solo fuese para ofrendar su
individualidad en el vacío de lo indecible.
Por lo tanto, es factible interpretar a Muerte sin fin,
como una dolorosa tentativa- tan trágica, tan griega- por regresar por el
camino de la trascendencia olvidada-dispersa, en una agónica anamnesis,
haciendo retroceder el devenir- como en las novelas-pesadilla de
Philip K Dick- hasta desembocar en ese reconocimiento- auténtica sabiduría- del
agua difuminada en su propia transparencia infinita, como un rostro trazado en
la arena desvanecido por el oleaje (M.Foucault), en una muerte sin fin- por
no decir absoluto silencio - instaurándolo todo.
Poema Muerte sin fin de José Gorostiza
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