Fra Filippo Lippi (1406-1469) fue un talentoso pintor
florentino. Perteneció a la orden de los carmelitas y habitó, durante un
tiempo, un monasterio en su ciudad natal. Justo en ese tiempo Masaccio y
Masolino pintaban frescos admirables. Lippi se ordenó sacerdote en Padua en
1434, aunque en cierta etapa de su vida obtuvo un permiso papal para casarse
con Lucrecia Buti. De esa unión nació el también pintor Filippino Lippi.
La obra de Filippo Lippi presenta los intereses estéticos de
su época, por medio de un sofisticado estilo de dibujo y una notable destreza
para producir efectos de transparencia usando tonalidades opacas. Cuando murió
este artista, los integrantes de su taller finalizaron los frescos que Lippi
había dejado inconclusos. Las composiciones de sus alumnos, uno de ellos, su
hijo, el mencionado, Filippino Lipi, estructuran un nexo entre las etapas
iniciales del Renacimiento y su posterior máximo desarrollo.
Una obra memorable
"Virgen con el niño y escenas de la vida de Santa Ana" (1452),
es una de las obras maestras de Filippo Lippi. A esta célebre pintura se le
conoce también como El Bortolini. En ella se representan tres momentos de
la existencia de Santa Ana, madre de la Virgen María. En el fondo de la pintura
aparece Santa Ana en su primera reunión con su futuro consorte Joaquín y a
continuación, en el nacimiento de María. Al frente, se observa la
tradicional figura de la madona con el Niño Jesús. Cual si Filippo Lippi
evocara a Perséfone, deidad griega de los ciclos de la naturaleza, nos la
presenta sosteniendo una granada, símbolo del renacimiento, la fertilidad y la
abundancia silvestre. Así también el Niño Jesús se muestra sosteniendo el fruto
e incluso comiendo algunas de sus semillas.
Conciencia de finitud
Uno de los distintivos del arte de Filippo Lippi, es la
expresión reflexiva de María en varias de las obras en las que se muestra con
el Niño Jesús. Tal gesto se interpreta comúnmente, como un sentido de augurio
por parte de María, ante el destino que le aguarda a su único hijo. No
obstante, en el caso de El Bortolini, la serena melancolía de la Virgen
parece relacionarse con los recuerdos que tiene acerca de su Madre, de acuerdo
a la proyección de la obra. Este detalle del autor nos hace patente la sutil
belleza que tiene, en todo momento, la conciencia de finitud. Se trata de
una particularidad humana, totalmente comprensible y por ende, noble. Justo esa
nobleza es la que se concreta en la distante hermosura de las Vírgenes pintadas
por Filippo Lippi. Tal belleza melancólica en las modelos representadas,
junto con la destreza en el detalle y la elaboración de transparencias, Filippo
Lippi las heredará a quien fuera su discípulo más importante: el gran Sandro
Botticelli.
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