Minerva, la sabiduría, es representada por la tradición pictográfica, con atavíos y atributos guerreros. Esto alude la combatividad espiritual de lo humano. La diosa griega de la sabiduría, Minerva (Atenea), normalmente aparece representada con vestimenta de guerra: yelmo, coraza y escudo. Además, en las pinturas en las que aparece esta diosa, con frecuencia la acompaña una lechuza, símbolo, precisamente, de la sabiduría.
Minerva es una de las figuras más relevantes del panteón olímpico. Hija de Júpiter, brotó de la cabeza del poderoso dios, dando un grito pavoroso, armada y lista para el combate. Bella y deseada, pero más sagaz y sabia, Minerva huye de las pasiones amorosas. De inicio se le veneró como diosa de la guerra, sin embargo, pronto asumió el rol de protectora de las artes y las ciencias.
Mitos de la diosa lechuza
Luego de haber auxiliado a Perseo a derrotar a Medusa, Minerva recibió como obsequio, por parte del héroe, la cabeza de la temible gorgona, misma que fijó sobre su égida. Posteriormente, la cabeza de Medusa también se mostrará en su escudo. En su papel de diosa guerrera, Minerva lucha para preservar las leyes y el orden y, debido a ello, de vez en vez entra en conflicto con Marte, dios de la guerra salvaje y despiadada.
Por otra parte, Minerva también vela sobre ciertos quehaceres domésticos, como el tejido y el hilado. Célebre es el mito en donde Minerva convierte a la hilandera Aracne en una araña, por haberse atrevido a retarla en una contienda. Pero Minerva es sobre todo, la diosa de la sabiduría y justo de esa manera fue considerada y representada, principalmente, por los humanistas del Renacimiento. En numerosas pinturas Minerva aparece como una joven armada con escudo, lanza y yelmo. Con frecuencia la acompaña una lechuza, animal consagrado a la diosa y simbolización del intelecto.
Minerva en sus pinturas
En la pintura de Paolo Fiammingo, "Nacimiento de Atenea de la cabeza de Zeus" (1590), se nos presenta el célebre episodio del surgimiento de Minerva. La diosa emerge de la cabeza de Júpiter, con sus armas y atavíos de guerra. Precisamente, sobre su escudo se muestra la cabeza de Medusa, regalo del héroe Perseo. Fiammingo también representó a Artemis Efesina, divinidad con muchos pechos, antigua diosa de la fertilidad, y a Vulcano, con su martillo. Este dios ayudo a Júpiter para el nacimiento de Minerva, golpeándole en la cabeza con su hacha.
En otra célebre representación pictográfica de Minerva, titulada "Hermes y Atenea" (1585) de Bartholomaeus Spranger, aparece la diosa con yelmo y escudo acompañando al dios Mercurio. Y así como a este último lo acompaña un gallo, a Minerva lo hace su símbolo particular, la lechuza.
Botticelli, por su parte, en su cuadro "Palas y el Centauro" (1485), nos muestra a Minerva dominando a una de estas criaturas, mitad caballo y mitad hombre, que simboliza la lujuria. La diosa sostiene una albarda, en vez de una lanza, por lo cual puede tomarse como uno de los atributos de Minerva. El pintor florentino, en este caso, ha adaptado el ambiente de la pintura de acuerdo a su época. Para el contexto planteado por Botticelli, Minerva refiere a la sabiduría que triunfa sobre la ignorancia, aludida en la figura del centauro.
Razón y humanidad
El nacimiento de Minerva puede ser considerado como la irrupción de una luz singular en el mundo. Y esto se hace patente en las obras pictográficas inspiradas en esta diosa, y en general en toda manifestación cultural con ella relacionada. Minerva surge como la aurora de una nueva realidad, con una fuerza apocalíptica y renovadora. En este sentido, es interesante observar cómo Minerva experimenta una evolución de diosa guerrera a protectora de las artes y las ciencias. Esto, que de igual manera se hace patente en las pinturas dedicadas a la diosa, es un significativo reflejo de la evolución de la conciencia humana.
Minerva es la figura divina que expresa de mejor manera los rasgos definidores de la civilización griega, cuna de nuestra cultura occidental. Su talante es ya guerrero, ya pacífico, pero siempre inteligente y juicioso.
Además, de acuerdo a su esencia, su culto no precisaba de misterios y rituales orgiásticos. En última instancia, las representaciones y atributos de Minerva la proyectan como un símbolo de la combatividad espiritual, ese afán perfectible de razonar y comprender que debe estar en vilo de manera permanente como condición de humanidad. El resto, solo es perfección y como el silencio, es la condena de los dioses.
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