Una mujer yace inerte en el suelo, en medio de la noche.
Mientras tanto, dos presencias femeninas con el cabello agitado por el viento
transitan sobre ella, en el firmamento, montando a caballo. Una de ellas
desciende la mirada mientras sostiene a un pequeño niño. Esta imagen ilustra un
pasaje de la obra Macbeth de William Shakespeare en donde se lee "La
piedad, como un niño pequeño, recién nacido que cabalga el huracán del querubín
del cielo, cabalgando…”
Arte y profecía
William Blake (1757-1827) delinea las siluetas con
minuciosidad, aunque rechaza por completo las maneras visuales de la composición
tradicional. La singular perspectiva de La piedad (1795) refiere a
una profunda espiritualidad y a una realidad de enigma y misterio. El estilo de
este artista inglés, visionario y genial, exhibe un hondo misticismo, muy
personal, en donde lo real y lo imaginario se entreveran en una vivencia
estética reveladora. Blake, en sus inicios como artista, fue grabador de
libros, pero sus dotes geniales se manifestaron en sus poesías, las cuales
exponen un fuerte simbolismo. Blake estaba convencido de que la realidad
espiritual era más relevante que la realidad material y que la tarea más
significativa para un creativo era la de constituirse en un profeta,
depositario de visiones divinas, vislumbres de esa dimensión de trascendencia.
Obsequio del cielo
Más allá de la referencia al Bardo de Avon, en La
piedad- acuarela de dimensiones pequeñas (42 X 54 cm), que por su magnífica
proyección parecería monumental- se pueden identificar interesantes
simbolismos, que nos indican los enormes alcances de la intuición de Blake. La
mujer tendida refiere directamente a la muerte o al sueño: puede ser alguien a
punto de dormir o que apenas despierta; los ángeles en el cielo, refieren a un
seres de mediación: criaturas a medio camino entre lo humano y lo divino; los
caballos, por su parte, de acuerdo a antiguas tradiciones, simbolizan fuerzas
telúricas, el fuego y el agua, y, en especial, los caballos blancos
refieren al sol y al cielo, y la capacidad de conducir las almas hacia la
región de la divinidad. El color blanco es pureza y perfección absoluta y el
viento fugacidad e inestabilidad, así como mensajes que emiten los dioses.
Finalmente, la clave de esta obra puede ser el niño que orienta el ángel hacia
la mujer tendida. Los niños simbolizan humildad, inocencia y sobre
todo, comienzo y riqueza de posibilidades.
Purificación y ofrenda
A final de cuentas y de acuerdo al rol preponderante que
juega el blanco en los rituales de nacimiento y de muerte, parecería que Blake nos
ofrece en La piedad, la visión de un nuevo nacimiento tras la muerte,
comprendida esta última como una radical purificación, lograda gracias al
obsequio de la divinidad- su piedad- en un estado de inocencia y de pureza,
rescatado de la noche y de lo azaroso, lo contingente. Bautismo de agua y de
fuego, fuerzas misteriosas que vencen a lo finito- por medio de lo humano- en
místicas transformaciones de eternidad.
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