El "Políptico de Isenheim" nos muestra la riqueza
visionaria de uno de los grandes maestros alemanes contemporáneos de Durero.
El Políptico de Isenheim es una obra monumental de
temática religiosa y se conserva en el Museo Unterlinden en Colmar. Este
conjunto pictórico, elaborado entre 1512 y 1516, ocupaba el altar mayor del
convento antoniano en Isenheim. A esta obra se le considera como una de las
composiciones con mayor dramatismo de todo el renacimiento europeo. De hecho
fungió como paradigma para los expresionistas en el siglo XX y fue rechazado
por los nazis como “arte degenerado”
Arte en movimiento
Las partes de este retablo estaban estructuradas en un
armazón móvil de madera, y junto a un grupo escultórico de temática sacra,
elaboradas por Nicolas de Haguenau. La apertura de cada una de las caras estaba
determinada de acuerdo al calendario litúrgico. Quien propuso el programa
iconográfico seguido por Matthias Grünewald en el políptico de Isenheim, fue el
preceptor italiano Guido Guersi. Una de las caras más sobresalientes del
políptico es la que nos muestra desde una perspectiva asombrosa, a través de
una alegoría mística inusual, la Divina Concepción de María y de la Natividad.
Es al mismo tiempo extraño y fascinante la orquesta de ángeles multicromáticos,
que celebra el divino acontecimiento.
Cifras de genialidad
Muestra de la genialidad de Grünewald es la inclusión en
esta parte de la obra de un barreño y un orinal. Esta desconcertante
superposición de lenguajes figurativos- combinar detalles de la mayor
cotidianidad en la representación de un instante inefable- es algo audaz y
original. En este mismo sentido, hay que destacar que, en contra de las
iconografías tradicionales del Niño Dios, Grünewald lo pinta como un bebé
llorón e inquieto. De tal suerte que la sonrisa dichosa de María al sostener y
tranquilizar a su hijo, deviene un humano y sincero tributo la maternidad.
Creador de monstruos
Conviene mencionar que el convento de Isenheim, localizado en
Alsacia, era habitada por los antonianos, congregación religiosa con gran
voluntad de servicio. Ellos se abocaban a atender a enfermos de peste, sífilis
o epilepsia. Justamente el políptico fue elaborado por Grünewald en honor a san
Antonio Abad, quien aparece en otra destacada parte del retablo, conversando en
un alucinante paisaje alpino con san Pablo Eremita. A esta escena en apariencia
calma y serena, se contrapone la del maltrato al que se ve sometido san Antonio
Abad por parte de una orda de feroces demonios. Mientras tanto, lejano e
inalterable, Dios contempla la escena en el cielo nuboso. La anécdota de la
tunda a san Antonio fue una de las representaciones pictóricas más populares de
la tradición nórdica en la primera parte del siglo XVI. Los engendros de
Grünewald, por la bizarra imaginería que exponen, se equiparan a los monstruos
creados por el Bosco, Lucas de Leiden o Schongauer.
Humana decisión
Uno de los engendros que rodean a san Antonio mientras es
sometido parece ser otra de las genialidades de Grünewald. A diferencia de los
otros demonios, híbridos terroríficos entre humano y bestias de diversa
índole, se exhibe como un leproso deforme y doliente. Sin participar del
maltrato al santo, este extraño ser, tendido, hinchado y rebosante de bubas
aparenta estar preso de la fiebre y el dolor que le producen sus laceraciones
purulentas. Del mismo modo en el que Grünewald ingresó elementos de la
cotidianidad relacionándolos con lo más trascendente, repite en su
representación de lo más bajo: la irracionalidad violenta e instintiva. Como si
el autor nos advirtiera que todos los posibles mundos
(metafísicos) están en este mismo, el cotidiano, y que del alarido
extático al que inicia la agonía- tan reveladoramente similares- todo es cuestión
de perspectiva o de fe.
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