Una obra genial de Rafael Sanzio, motiva el planteamiento
del arte como humanizador de los paradigmas de realidad que dinamizan a la
historia. Fresco pintado en los muros de su casa, La Virgen de la
silla (1513) es una de las obras más tempranas de Rafael Sanzio
(1483-1520), gran figura del Renacimiento. En esta composición se deja ver el
delicado perfil de una joven Virgen María, mientras sostiene al Niño Jesús
adormilado.
Con este exquisito fresco, Rafael dio comienzo la exploración
estética del motivo de la Virgen con el Niño, acaso evocando -muy
personalmente- momentos perdidos de ternura, puesto que este artista perdió a
su madre siendo un niño de ocho años.
Imagen inspiradora
Rafael emociona al espectador con diversas variaciones sobre
este tema, uno de los más repetidos y gustados de la historia del arte. Las
Vírgenes de Rafael son hermosas, puras y tiernas, y célebre es la maestría con
la cual el autor las hace resplandecer con tan solo pequeños detalles: sutiles
sonrisas, un porte amable, miradas transparentes, etc. Con la etérea presencia
de las diosas del gran Botticelli, pero, a diferencia de estas frías beldades,
las Vírgenes de Rafael expresan calidez y humanidad. Pero además, Rafael dotó a
este tipo de composiciones de complejidades nunca antes vistas, en aspectos
como la representación de grupos, ademanes, luces, paisajes, e incluso con la
incorporación de otras figuras. Todo lo anterior hizo patente, cada vez más, el
inmenso talento de Rafael Sanzio.
Obra maestra
La Virgen de la silla se encuentra en la Galería
Palatina de Florencia, y puede ser clasificada como una de las cimas en el arte
renacentista. Combina en su planteamiento estético los aspectos más valiosos de
la Mona Lisa de Leonardo da Vinci, con el admirable Tondo Doni de
Miguel Ángel, aunque, por su parte, este fresco de Rafael genera un efecto
estético completamente distinto. Por primera vez, no es el espectador el que
contempla a la Virgen, sino que es ella la que mira, y conduce con dulce tacto
a quien la observa, a un espacio de afecto comprensivo, a un contacto humano
por medio del arte como nunca antes había sido expresado.
Sensibilidad y realidad
En el tránsito del siglo XIII al XIV en la tradición
iconográfica aconteció algo verdaderamente significativo. Las representaciones
de la Virgen y el Niño elaboradas hasta entonces eran paradigmas de sacerdotal
gravedad y distanciamiento. En cambio, desde el siglo XIV y hasta el Alto
Renacimiento, la imagen de la Virgen y el Niño expresa íntima
comunión, emociones y una gran calidez. Es posible advertir en este
desplazamiento representativo, la influencia de San Francisco de Asís y
sus discípulos. Como quiera que sea, también es factible imaginar que no fueron
las circunstancias las que transformaron el arte, sino, de manera viceversa, la
creación estética, en su búsqueda de la perfección y la máxima belleza,
alcanzó un descubrimiento capital para la historia de la cultura y los paradigmas
del mundo: el hallazgo de la ternura, y de la mucha humanidad con la que
transforma y ennoblece al existir.
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