A través de apagados tonos, ocres y marrones, se vislumbra
una habitación semivacía. En ella, hay una extraña mesa mitad mueble, mitad
perro y una mujer sin rostro que parece en estado de trance. Su cabello se
levanta en una asombrosa curva hasta formar la cabeza de un ave, con un largo
cuello parecido al de un cisne. Este ser se enfrenta furiosamente a la cabeza
de can que brota de la mesa. Los genitales y la cola inquieta del perro están
en el otro extremo de la mesa. A través de la ventana se deja ver un horizonte
desolado bajo un cielo verdoso.
En las regiones del sueño
Esta onírica visión, llena de un oscuro simbolismo, es
producto de la inspiración del pintor rumano Victor Brauner
(1903-1966). Fascinación (1939) pertenece a una serie de obras
desarrolladas por Brauner, que se caracterizaban por incluir fantásticos
híbridos de animales, objetos y seres humanos. La inspiración de Brauner al
componer estos cuadros, alucinantes y visionarios, partía del ámbito creativo
propuesto por el movimiento surrealista. En esta forma de hacer arte, la
imaginación visual se libera de los grilletes de la lógica y la razón, y
explora la regiones del inconsciente para extraer de allí imágenes enigmáticas
y reveladoras.
Discurso de alteridad
Brauner acostumbraba vincular simbólicamente la
psique y la sexualidad humanas con la imagen de diferentes animales. Esto
se explica por el gran interés que este artista rumano sintió por los discursos
visuales del arte no occidental, por ejemplo, de las culturas indígenas de
Sudamérica, México, y los Estados Unidos. Brauner ensayó con varios
estilos diferentes con el objetivo de adecuar su arte a los niveles de
alteridad que buscaba expresar: para comunicar lo absolutamente otro, se
precisa de una pluralidad dúctil y arriesgada. La meta de Brauner era generar
imágenes icónicas y de gran impacto, un conocimiento simbólico que diera cuenta
de los actos y los deseos de las personas.
La esfinge y sus venganzas
Como Edipo cuando supo descifrar el enigma de la esfinge y
al final tuvo que sufrir un aciago e irónico destino, así parece haberle
sucedido a Victor Brauner. En la misma década que pintó Fascinación,
Brauner realizó una serie de perturbadoras imágenes en donde se mostraban
diferentes mutilaciones de un ojo. Poco después de culminar su trabajo, en el
marco de una pelea en un bar, el mismo Brauner sufrió la pérdida de un ojo. Y
así, quien supo hacerse del enigmático conocimiento de las entrañas del alma, a
través del arte, quedó cegado por su propia sabiduría, en una dolorosa
confirmación del inextricable acertijo del ser.
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