Un diminuto barco a vapor, súbitamente inmerso en la
tormenta, lucha por no hundirse. La nieve, el humo de las máquinas de la nave y
el mar se mezclan en una masa agitada que el autor, William Turner (1775-1850)
ha representado con la osadía creativa de un pintor adelantado a su tiempo.
De hecho, esta capacidad visionaria fue un distintivo de
toda la obra de Turner, quien en sus mejores cuadros, como es el caso de este,
“Tormenta de nieve sobre el mar”, se coloca al nivel de un moderno artista
abstracto. En vida, Turner fue poco comprendido por sus contemporáneos.
Afortunadamente el tiempo le ha hecho justicia a su creación plástica y hoy es
reconocido como uno de los grandes maestros de la pintura inglesa.
Indómitas fuerzas
Para llevar a cabo esta obra, Turner se ató durante cuatro
horas al mástil de un navío, con el propósito de observar atentamente el
trascurrir de un temporal en alta mar. Esto explica la energía trepidante que
se desprende del lienzo, en donde el barco representado se tambalea
angustiosamente entre las furiosas aguas y la nieve que cae desde el cielo
turbio. Turner hace que el mar y el cielo se fundan en una masa de torbellinos
marrón y gris verdoso. Solo un breve espacio permite un atisbo del azul del
cielo, lo cual le concede al espectador un respiro en aquel opresivo ambiente.
Técnica y pasión
Quien contempla este cuadro, rápidamente se siente atraído
hacia los eventos que en él se evocan, aunque la vista no puede hallar un
elemento en específico para orientarse. La intención de esta obra, por parte de
Turner, parece haber sido una representación de las indómitas fuerzas de la
naturaleza. Para lograrlo, este artista londinense privilegió el color como
método para aludir dichas fuerzas elementales, alejándose intencionalmente de
cualquier exactitud en la figuración. El virtuoso manejo del color es
lo que sublima el tema de la obra, hasta transformarlo en una metáfora de
tópicos más profundos y trascendentes.
En la aurora de los tiempos
Este cuadro parecería evocar, de acuerdo a la perspectiva
metafórica mencionada, el primer instante del mundo, cuando, de acuerdo a los relatos
cosmogónicos de diversas culturas, las tinieblas se separaron de la luz y
la tierra del firmamento. Y así, desde el arte de Turner, el cosmos parecería,
más que un obsequio o el efecto de una casualidad, un merecimiento, un
logro obtenido a través de épicas pugnas, mucha pasión y unas
arrebatadoras ganas, por parte de cada elemento de la naturaleza por ser, hacer
y trascender.
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