El artista estadounidense Andrew Wyeth (1917-2009) fue el
integrante más joven de una familia de cinco hijos, todos ellos capacitados
notablemente para el arte. Newell Convers Wyeth (1882-1945), su padre,
reconocido ilustrador, les proporcionó una intensa preparación estética. Dos de
los hermanos de Andrew Wyeth llegaron a ser destacados creativos así como
también su propio vástago, James.
Evolución artística
En los comienzos de su trayectoria, Wyeth sobresalió por sus
acuarelas de estilo impresionista. Su estilo, al madurar, se caracterizó su
realismo, belleza y una exactitud casi fotográfica. Wyeth dedicó medio siglo a
pintar interiores y paisajes de un pronunciado realismo y capaces de comunicar
una fuerte carga emotiva. No obstante, en muchas de las mejores pinturas de
Wyeth se advierten elementos simbólicos y son proclives a profundas lecturas.
Precisamente ese es el caso de su obra maestra, “El mundo de Christina”, para
la cual colaboró como modelo su esposa, Betsy Merle James. Esta composición
fascinante exhibe el enorme talento de Wyeth, sin duda uno de los pintores estadounidenses
más importantes del siglo XX.
Soledad, lucidez y vacío
En un desolado paraje, una joven yace postrada en la yerba y
contempla a lo lejos una solitaria granja, inmersa en la soledad del ambiente
rural. Dos pensamientos del pensador E M Cioran nos ayudan a comprender el
hondo sentido de “El mundo de Christina”. El primero reflexiona acerca de que
la lucidez es el único vicio que hace al ser humano completamente libre, sí,
pero libre en un desierto sin escape. Justo esa circunstancia paradójica y trágica
es la que transmite esta obra: la protagonista parece hallarse en medio de una
gran tensión y derivado de ello, tomar conciencia, súbitamente, de que su
mundo, su pequeña y constreñidora cotidianidad- la granja sombría- no son la
realidad verdadera, sino el horizonte vacío, el cual es más angustiante aún,
por lo inconmensurable y lejano que se muestra.
La sabiduría del desengaño
La protagonista de la obra bien puede haberse desengañado
amargamente de su circunstancia de vida. En cierto modo- la propia proyección
de la escena por parte de Wyeth lo sugiere-
parece arrojada –literalmente- a esa angustiante realidad, ese
destino de aislamiento inextricable.
Sin embargo, “El mundo de Christina” de Wyeth también puede
dejar paso a la esperanza. El segundo pensamiento de Cioran que destacamos
expresa que, el hecho de que la existencia carezca de sentido es, a
su manera, una razón para vivir, de hecho, la única en realidad. Y es que,
la lucidez, aun siendo rotunda y dolorosa, no deja de ser una forma de sabiduría,
y por lo tanto, de autonomía y libertad. Y eso tan solo, puede serlo todo.
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