sábado, 7 de junio de 2014

La poesía didáctica

En un inicio el pensar fue sólo canto. Mucho antes de comenzar a razonar, los hombres veneraban. Deseaban alcanzar una expresión totalizadora para proclamar que la más auténtica visión del mundo: su manera de conocer la realidad era poetizarla. Porque la poesía torna a los discursos dignos de memoria, les brinda fundamento, razón, pasión de ser, voluntad de mundo. Así pues, comentemos sobre algunos grandes poetas filosófico-didácticos.



Lucrecio, De la naturaleza de las cosas

La religión brota del miedo; y el miedo del desconocimiento de la naturaleza. Ella tiene en su ser átomos que se conciertan; su disociación expresa el fenecer de los objetos, que se re asocian en diversas vías. La esencia del espíritu es muy parecida, y es por lo cual el alma no persiste ante la muerte: los dioses gozan del ser, pero condicionados a la ley total, no influyen en la existencia de los humanos. La obra magna de Lucrecio manifiesta el pensar de Epícuro, quien dio libertad a todos, invitándolos a cultivar una existencia sin discordias.

Pierre de Ronsard, Himnos

Un desfile de figuras alegóricas y demoniacas, visiones y consideraciones sobre diversos relatos míticos hacen posible una exploración acerca de los misterios del ser: la sapiencia antigua se vincula a los discursos revelados del cristianismo para inquirir sobre la naturaleza profunda de la Filosofía, la Justicia, la Eternidad, y la Muerte. El lirismo cultivado y exquisito de Ronsard, su imaginación visionaria, nos hablan de un universo cerrado, aunque en perpetua movilidad, colmado de sortilegios y regulado por los cuerpos celestes, fuerzas cósmicas en cuya comparación el hombre, criatura frágil, parece difuminarse frente a la percepción del Creador.

William Blake, Cantos de Inocencia

Estos trabajos de Blake, junto con sus cantos de experiencia, conforman un díptico lírico que manifiesta los rasgos divergentes del espíritu de los hombres: desde la conformidad optimista con la miseria, la fe noble y ciega en la bondad del Creador y sus poderes, como en el poema “El cordero”; hasta la penuria y el temor ante el desastre, el extravío interior, así en “Una pequeña niña perdida”, o la voluntad fiera de lo pasional, como en “El tigre”. La obra incluye acuarelas elaboradas por el autor que, merced a la armonización entre texto e imagen, nos brinda una perspectiva augural y complicada acerca del fenómeno humano.

Alfred de Vigny, Los destinos

Obra con once poemas de tipo filosófico, que bocetan un ámbito en donde la crueldad de la naturaleza se hace patente como en “La muerte del lobo”, la mujer como un ser poco confiable, así en “La cólera de Sansón” y Dios sin piedad alguna hacia su vástago: de tal suerte que, ser digno es tolerar esta fatalidad tortuosa en silencio y en resignación absoluta, como en “Sufre y muere sin hablar”. Perduran, sin embargo, oasis ante este universo sórdido, este es el tema de “La casa del pastor” alcanzados por el ejercicio de la escritura, puesto que así, el poeta cumple noblemente con su sino particular.

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