miércoles, 28 de mayo de 2014

La metafísica de Edward Hopper

Algo que llama la atención en la obra del pintor norteamericano Edward Hopper, es su capacidad para exponer un talante existencial, que nos hace percibir una cierta naturaleza profunda, un espacio primordial en donde se hacen patentes, algunos contrastes elementales que dan origen a la manifestación variopinta del ser entero.


La apariencia y la realidad

Posiblemente lo que caracteriza nuestra experiencia de lo real con mayor fuerza, sea su patente diversidad, su riqueza en matices y detalles. Sin embargo, ese mismo colorido, desde cierta perspectiva, conduce al engaño. Las personas que se arrojan a esta corriente de diferencias en permanente variabilidad, tienden a ser banas y superficiales.

Es una postura ante el mundo, una actitud vital, una toma de posición tan válida como cualquier otra. Pero obstinarse en absolutizar esta mera perspectiva, es un grave error. Uno de los méritos más grandes de Hopper, estriba en patentizar la insatisfacción existencial que, a la larga, experimentan los habitantes de la dimensión aparencial del ser; de ese ámbito de luces, colores y movimiento, que no es más que una retícula virtual que refiere a algo más sencillo y profundo, que en silencio genera el devenir del mundo.

La sabiduría de las sombras

Pero también, en las composiciones de Hopper, sutil visionario de la época contemporánea, se puede apreciar una sabiduría que nos deja captar a las cosas más allá de su multiplicidad ilusoria. Hopper, en obras tan valiosas como por ejemplo, Grupo de gente al sol (1960), se puede percibir un lenguaje secreto, un código de luces y sombras que brinda mensajes de posible trascendencia.

Hopper acaso intenta comunicar que, allende la cubierta tenue de la cotidianidad, el pragmatismo y la rutina que fomenta el sistema, yace un elemento primordial y misterioso, que puede ser comprendido a través de una diferenciación básica, ilimitadamente comunicadora, entre la luz y las sombras. El grupo de derrotados, de marginados metafísicos que se asoma a ver la puesta de sol en la obra citada de Hopper, bien puede ser la esperanza última de la humanidad, por encontrar una clave para entender los senderos torcidos de lo real, y así poder conocer que es lo que ha tratado expresar desde siempre, aquello que dio inicio a todo, en su místico sitial, más allá del silencio. Todos los personajes de Hopper esperan, con toda la paciencia del mundo, más allá del mundo

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