lunes, 1 de octubre de 2012

Teofrasto: la herencia de Aristóteles

Teofrasto sucedió a Aristóteles en el Liceo, aunque en sus estudios filosóficos, muy orientados a la ciencia, cuestionó importantes nociones de su maestro.


Teofrasto fue un filósofo y científico griego que nació en Ereso en el 370 a. de C. y murió en la ciudad de Atenas, en el 287 a. de C. Vástago de un acaudalado fabricante de telas, Teofrasto llegó muy joven a Atenas. Justo allí se hizo asiduo visitante de la Academia, cuando ya Platón era muy anciano. Cuando falleció este último, Teofrasto siguió a Aristóteles en la fundación del Liceo. Allí se desempeñó brillantemente en su reflexión filosófica, al grado de transformarse en el discípulo favorito del Estagirita. Por esta misma predilección, por decisión de Aristóteles, Teofrasto fue su sucesor en el Liceo, mismo que dirigió del año 322 al 387 a. de C.

Escritor infatigable

Teofrasto escribió tratados histórico-filosóficos, por ejemplo, el titulado Opiniones de los físicos; también escribió obras de lógica, en donde detalló su teoría del razonamiento disyuntivo o hipotético, que ampliaba el número de silogismos habituales. Por lo que se refiere a las obras morales escritas por Teofrasto, sobresale Los caracteres morales, en donde este pensador ensaya diversas tipologías morales, expresadas con fina ironía. Y en el caso de sus obras dedicadas a la física, destaca el tratado Sobre el fuego, en el cual, a partir de observaciones meticulosas de la naturaleza, Teofrasto revisa la teoría aristotélica de los cuatro elementos.

Riguroso pensamiento

En lo referente a sus obras de biología, es importante señalar que, tal vez lo más significativo en ellas, sea el criterio metodológico que maneja Teofrasto. Tal criterio se define por una ponderación del conocimiento analítico, liberando así a la ciencia biológica, de dudosos paralelismos, de tipo funcional y morfológico, entre animales y plantas. Por otro lado, en lo estrictamente filosófico, el fragmento que se conserva de la "Metafísica" de Teofrasto nos permite descubrir el talante autónomo de este filósofo, con respecto a su famoso maestro. En este escrito, Teofrasto rechaza la teoría de Aristóteles acerca del Primer Motor como crisol del movimiento universal y, en cambio, se expresa partidario de la tradición naturalista jónica, misma que identifica al movimiento y la actividad como características inherentes a todos los objetos, tanto los naturales como los celestiales.

Naturaleza sin rumbo

También Teofrasto se manifiesta en contra del principio teológico que, según Aristóteles, opera en la naturaleza. Poniendo como ejemplos los casos de diversos animales y su precaria condición de vida, en diferentes circunstancias, Teofrasto exhibe los obstáculos derivados de la propia naturaleza, en contra de cualquier finalismo. Para este filósofo, llevar a tales extremos el principio teleológico en las ciencias físicas, implica dificultar sin sentido, e incluso imposibilitar por completo, la comprensión en términos científicos de la realidad.









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