Correggio, pintor del Alto Renacimiento, fue un maestro en la expresión de los sentimientos y las emociones, a través del lenguaje pictórico.
Correggio (1489-1534), cuyo nombre verdadero era Antonio Allegri, fue uno de los artistas más relevantes del Alto Renacimiento italiano. Laboró en Roma, en Parma y en la ciudad donde nació y cuyo nombre le sirvió de mote. Correggio se formó con Franceso Bianchi Ferrari, aunque en sus maneras pictóricas se hace patente la influencia de Andrea Mantegna, Leonardo da Vinci, y posteriormente, también la de Miguel Ángel y de Rafael.
Refinamiento y virtuosismo
En su tentativa por obtener elegancia y ligereza en su estilo, Correggio se constituyó en uno de los pioneros de la pintura de corte ilusionista. Este artista se valió de la luz y el color para equilibrar el peso de las formas, en sus composiciones. El resultado fue una novedosa variante de claroscuro. Correggio logró una eficiente plasticidad, merced a intersecciones y acortamientos a veces un tanto forzados. A través de un inteligente manejo de la luz y de los planos diagonales, Correggio forjó un ámbito plástico de gran profundidad, que aparece incluido en la acción de las escenas plasmadas.
De las obras más bellas de Correggio se pueden mencionar: "Visión de San Juan Evangelista" (1522), "Adoración de los Pastores" (1528) y la pintura, "Io y Zeus" (1531).
Otras obras maestras
"Virgen con el Niño y santos (Virgen de san Jerónimo)" (1523)
Se trata de un retablo monumental en donde, junto a la Virgen, aparecen María Magdalena, san Jerónimo y san Juan niño. Esta es una de las obras mejor conocidas de Correggio. Sobresale la manera en la que este artista italiano consiguió expresar pictográficamente emociones como la devoción y la ternura. Su fino estilo de composición tuvo una influencia determinante en los derroteros de la pintura sacra a lo largo del Renacimiento, en especial por sus suaves colores, mismos que en cierta manera anticiparían la pintura del Barroco.
"Bodas místicas de Santa Catalina" (1517)
Este célebre óleo que se conserva en el Museo del Louvre, nos presenta a la santa recibiendo el anillo de bodas de la mano del Niño Jesús. Como testigo, detrás de ellos, aparece san Sebastián. En el fondo aparece pintado el martirio de ambos santos. Lo que caracteriza a esta composición es la majestuosidad y la nobleza que irradia. Correggio se valió en este cuadro, tal y como sucede en otros del mismo periodo, de una cierta asimetría, la cual se equilibra por unos delicados colores y la suave luz que se dispersa por toda la superficie de la pintura.
"Noli me tangere" (1523)
De manera magistral Correggio capturó en este trabajo la intensa expresividad, la profunda agitación interior, de María Magdalena el lunes de Pascua, cuando descubrió a Jesucristo resucitado, el cual se expone, en esta obra de Correggio, en toda su imponente presencia. Ante el llamado de Jesús: “No me toques” (Noli me tangere) la joven reacciona con sobresalto y nerviosismo. Levantando el brazo izquierdo, Jesucristo anuncia su inminente subida al cielo.
"Virgen adorando al Niño" (1524)
Esta pintura se considera como el anticipo de una obra más célebre por parte de Correggio: "La Natividad" (1530). Obra tierna como pocas, "Virgen adorando al Niño" nos presenta al Niño Dios como un prodigio de luz, que alumbra la estancia entera. Resulta típica de Correggio la belleza que le brinda al rostro de María. Tal vez Correggio consigue en este cuadro resumir el cometido de su obra entera: a través del lenguaje pictográfico, hacer vivenciable la belleza y justificable la existencia de lo trascendente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario