El filósofo romano Cicerón, desarrolló una profunda reflexión humanista, ponderando los aspectos trascendentales de los modelos sociales y la razón.
Marco Tulio Cicerón (106-43 a.C.) filósofo y orador romano, concentró sus meditaciones en problemas de política y moral, con precisión y buen juicio. Para Cicerón, el Sumo Bien es el punto de inicio y culminación de la existencia. Cicerón fundamenta su perspectiva humanista en la razón y la percepción de lo divino. Tales cualidades caracterizan a los seres humanos como criaturas de celestial estirpe.
Religación social
Para Cicerón, allí donde prevalece la razón, lo hace la ley, y por esta última, los seres humanos se encuentran vinculados con los dioses. De la misma manera, en donde se presenta comunidad de ley, también existe comunidad de derecho. Cicerón pondera que, quien se encuentra relacionado por esta comunidad, debe de considerarse como perteneciente a una misma ciudad y más aún, si se siguen idénticos mandatos y potestades. Cicerón nos ofrece una lección de sensibilidad humanista al exponer a la razón y la capacidad de relacionarse socialmente, como cifras de heredad divina, y no de manera opuesta: fundamentando la existencia de los hombres en modelos derivados de una supuesta realidad supraterrenal. De esta manera, este filósofo romano, en su reflexión, evidencia un cambio de rumbo en la cultura, desplazando el centro de atención de la divinidad a lo humano, y de lo individual a lo colectivo, perfilándose directamente al cristianismo, como fenómeno social.
Anamnesis paradigmática
Otra destacada observación de este pensador romano, se refiere a que, para las personas, reconocer a la divinidad, es reconocer y recordar, en cierto sentido, de donde se procede. Y es que, a final de cuentas, idéntica es la virtud que se manifiesta en el ser humano y en Dios, y no se puede hallar en ninguna otra criatura. Resulta interesante constatar esta otra suerte de platonismo invertido, en la reflexión antes comentada. Así como en Platón anamnesis significaba recordar el mundo de las ideas, perfectas y eternas, paradigmas de la realidad material, en Cicerón, en cambio, el reconocimiento también es relevante como toma de conciencia, pero en un sentido distinto. La divinidad, considerada como un concepto, es lo que nos hace recordar aquello que nos religa primordialmente. Además, lo sagrado puede ser comprendido a través de lo inefable, pero en la antigüedad, también lo era a través de la sublimación de ciertos modelos sociales, contemplados como trascendentes: la gran familia de los dioses grecorromanos era, principalmente una familia, y por ende, un modelo social humano.
Así entonces, lo fundamental en la realidad, de acuerdo a Cicerón, no radica otro lugar sino en las formas de manifestarse de lo humano. Lo único que se precisa para captar esta verdad esencial, parece ser, una sincera toma de conciencia y el libre ejercicio de la razón.
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