El arte de Paul Klee se define por una sencillez engañosa, capaz de construir, con una incuestionable inocencia, todos los mundos posibles.
Paul Klee (1879-1940) fue uno de los pintores modernos que se alejó con más decisión de las nociones de armonía de la naturaleza y sublimación de lo humano (manifestado a través del desnudo, el retrato, o la representación de la cotidianidad). Klee, en cambio, se concentró en las dimensiones de lo imaginario, algo más próximo a la sensibilidad del siglo XX.
Espacio interior
Klee comenzó a explorar tal posibilidad estética, en una visita que llevó a cabo en su juventud al acuario de la ciudad de Nápoles. Desde entonces, se forjó un mundo fabuloso- cual si se contemplara a través de un microscopio-, un onírico jardín a salvo de cualquier alteración humana, en donde pululaban, libres y exóticos: fósiles extraños, arquitecturas diminutas, microorganismos y visiones de lejanos planetas.
Y Klee construyó todo esto a partir de una fina fantasía, en donde se mezclaron, a partes iguales, una sutil ironía, un elegante virtuosismo, una lúdica crueldad y una inocente capacidad de ensoñación. Justo en este frágil ámbito, Klee desarrolló una pluralidad sin parangón en la historia del arte moderno: sus formas, a veces abstractas, a veces figurativas, asombran y despiertan una sonrisa- incluso en sus más oscuras variantes- por la frescura y limpidez de su manifestación.
Sencillez y sentimiento
Pequeño abeto (1922) es una muestra paradigmática del arte de Klee. Se trata de una composición elaborada en uno de sus mejores periodos creativos. En esta pintura, el autor, sin dejar de lado cierto júbilo particular de la juventud, exhibe un cabal dominio de sus medios, y puede llevar a cabo un cuidadoso balance de sus objetivos y sus alcances.
Lo anterior se hace patente en la indagación de Klee de los efectos del color. En Pequeño abeto, Klee profundiza en las variantes del círculo cromático, desarrollando varias combinaciones de colores: como espejos reflejando una singular asociación de ideas, devenida en asociación de medios expresivos.
Espejo de alteridad
La luz visionaria del arte, un sol radiante, ilumina al abeto en las alturas: sus reflejos se dispersan en geometrías multicolores e inéditas alternativas espaciales. El cuadro se despliega, de manera integral, hacia afuera y hacia adentro, en lúdica proyección.
Y sin embargo, lo que impresiona más es la sencillez del abeto, el cual, desde cierto sentido, evoca el estilo estético de Klee. Es a través de esa simpleza grandiosa, que Klee construye sus mundos: inmensos espacios de alteridad. El pequeño y sencillo abeto se transfigura en infinitas posibilidades de ser, bajo la intuición libre, la imaginación y la poesía.
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