jueves, 12 de abril de 2012

La escalera: su representación y ocultos sentidos

La escalera, en el arte, a veces alude a las posibilidades más elevadas del espíritu humano; otras, un descenso a sombrías regiones del ser. La escalera, a partir de las diversas representaciones que se han hecho de ella, a lo largo de la historia del arte, expone un poderoso simbolismo. A veces alude a las posibilidades más elevadas a las que puede llegar el espíritu humano; otras, en contraste, un descenso a sombrías regiones del ser.


Una de las maneras más tradicionales de comprender a la escalera es como un símbolo del conocimiento ascendente; el saber que progresivamente crece, hasta la cima de la trascendencia, y deriva en la transfiguración del sabio, en un estado de ser más pleno. Tal es el caso de la escalera en espiral, noble, grave y monumental que pintó Rembrandt en su obra "Filósofo meditando" (1631). Si la escalera es blanca o clara, alude, en muchas ocasiones, a la ciencia más alta; en cambio, si la escalera es oscura o penumbrosa, refiere a un siniestro saber o a la magia negra. Llama la atención que la escalera pintada por Rembrandt comparte un poco de estas dos posibilidades. Tal y como sucede con la escala, la escalera, en el arte, es una figuración de la búsqueda del saber exotérico (si se sube a través de ella) o esotérico (si se desciende a través de ella).



Vehículo místico

La escalera para el arte del antiguo Egipto era, principalmente, un símbolo del ascenso hacia los ámbitos de la divinidad. Las pirámides son, en cierta forma, un referente de la escalera, y más aún cuando estas monumentales construcciones se presentan escalonadas. Además, en numerosas creaciones pictóricas de los egipcios se puede ver a las almas de los muertos ascendiendo por una escalera de siete o nueve peldaños, para llegar ante el gran Osiris, postrarse ante este dios y someterse al examen de la psicostasia, es decir, la evaluación de sus acciones en vida, para saber el destino que les corresponde en las regiones de ultratumba. Otras imágenes de los egipcios muestran navíos místicos que llevan, en lugar de mástil y velamen, escaleras de siete o nueve peldaños. Estas naves son símbolos de la postrer y culminante ascensión del espíritu hacia las estrellas y la luz eterna de Ra.



Dual infinitud

Pero la escalera, con todo y ser un símbolo ascensional muy repetido en la tradición pictórica, no se relaciona únicamente con la esfera del conocimiento. Quien sube o baja una escalera, desde cierta perspectiva, no es la misma persona en cada instante, en cada peldaño avanzado. La escalera implica entonces un medio indirecto de transfiguración individual y cósmica. Un ejemplo de escalera como transformador integral de la experiencia vital la tenemos en el "Desnudo bajando una escalera" (1912), de Marcel Duchamp. En este sentido, las escaleras participan de dos importantes referentes simbólicos del eje del mundo: su verticalidad y su profundidad en espiral. 



En el caso de las escaleras espiraloides, su centro axial alude a crisol del ser, Dios, el amor, la creación artística, la consciencia o bien, al sujeto- en ascenso y descenso por la escalera-, cual si estuviese en una permanente variación de su ser, pero siempre apoyándose en este centro gestador. Pero, de la misma manera, esta simbólica de la escalera puede tener negativas connotaciones: el descenso por ella esm en cierto modo, el retorno a las entrañas del silencio, el camino hacia el mundo de la muerte, o la infinitud como condena. 



Ese es el caso de las visiones de la escalera que en diferentes obras nos presentan ilustradores como M.C. Escher y H.R. Giger. En el caso de Giger, la escalera es la vía sin retorno para descender a sótanos en tinieblas- figuración del Ello- habitados por indescriptibles demonios; y, en lo que se refiere a Escher, la escalera refiere a acertijos irresolubles en donde la razón se extravía eternamente. Como se ha visto, la escalera vincula los tres ámbitos cósmicos y alude tanto a la regresión como al ascenso del ser consciente: dos infinitudes que compendian el dramatismo de la verticalidad (la existencia) y quien la asume.


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