Perugino fue un pintor cuatrocentista que, además de ser maestro de Rafael y anticipar el arte clásico, desarrolló una obra de llena de gracia y belleza. La figura de Pietro Perugino (1448-1523) siempre se ha visto eclipsada por la de su alumno, el gran Rafael Sanzio. Sin embargo, basta con acercarse un poco a su vida y obra para comprender que Perugino merece reconocimiento por cuenta propia, debido a la capital relevancia que tiene para el desarrollo del arte renacentista.
El estilo de Perugino se distingue por su pureza, sencillez y extraordinaria capacidad de simetría en la composición; además, fue el máximo exponente de la escuela de Umbría. Perugino- cuyo verdadero nombre era Pietro di Cristoforo Vannucci- estudió con Andrea del Verrocchio y muy probablemente, también con Piero Della Francesca.
Perugino vivió en Florencia de 1486 a 1499, aunque, a lo largo de este periodo, realizó varios viajes a Perugia- de donde de vino eventualmente su sobrenombre- y a Roma. De estos años sobresalen pinturas como "La Virgen con santos y ángeles" (1493), la cual se conserva en el Museo de Louvre, y su celebrada "Piedad" (1495). Entre el año 1499 y 1500 efectuó varios frescos, de temáticas alegóricas y sacras, para el Colegio del Cambio, en Perugia. Justamente en esta etapa, fue cuando Rafael sobresalió como su mejor discípulo. De sus obras de madurez vale la pena mencionar "Los esponsales de la Virgen "(1503-1504)- de la cual se valdría Rafael para realizar una obra dedicada al mismo tema-; "Virgen entre San Jerónimo y San Francisco" (1507) y su postrera composición, "La adoración de los pastores" (1523).
El cielo en el arte
De acuerdo a lo anterior, lo más valioso del arte de Perugino se puede centrar en los siguientes puntos; primero, su versión de una Virgen dulce y armoniosa, modelo femenino con el que también obsequió a santas y doncellas; segundo, el desarrollo de una representación pictórica más vasta, poética y diamantina; y tercero, el virtuosismo eficaz con el que Perugino diseñó las composiciones arquitecturales de sus obras.
Por otro lado, mientras los artistas florentinos tendían a extraviarse en detalles y ornamentos, que si bien hermoseaban sus cuadros, también y sin remedio les hacían perder unidad y cohesión; Perugino, con un notable instinto de armonía escénica, encausaba su trayectoria hacia los terrenos del arte clásico, y aunque él por su cuenta, no llegó hasta tal punto, la estafeta de su intención- esa capacidad notable de integrar nobles figuras a grandes fondos arquitecturales, por ejemplo,- la retomó su discípulo Rafael, para concretar una de las cimas del arte del Renacimiento.
Genio y humanidad
Diversos estudiosos, entusiasmados por la belleza de sus Vírgenes y santas, y la elegancia de sus figuras, llegaron a equiparar al Perugino con Leonardo da Vinci. Es innegable que esto es excesivo. Perugino, con toda su delicadeza y sensibilidad, no tuvo el nivel de Leonardo, Miguel Ángel, o el mencionado Rafael. No obstante, a pesar de todo, Perugino, ante estos gigantes, representa el ideal del artista, que sin ser un genio, sí fue capaz de llegar al límite de sus propias capacidades, libre y plenamente y legarnos una obra hermosa, noble y de inagotable goce estético.
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