lunes, 2 de abril de 2012

Pieter Bruegel: "La Torre de Babel"

El pintor Pieter Bruegel supo traducir en términos visuales y arquitectónicos, la aciaga moraleja de una edificación imposible. 




Hacia el siglo XVI, la historia de la Torre de Babel, era por todos conocida. Luego del Diluvio, Noe había establecido un pacto con Dios para fomentar la creación de un nuevo mundo para la humanidad, teniendo como señal de este magno trato, el Arco del Cielo. Sin embargo, uno de los descendientes de Noé, el fatuo rey Nemrod, tuvo el capricho de construir una torre tan alta que alcanzara a las nubes. El propósito de Nemrod, era simplemente hacerse famoso. Pero ante esta actitud de soberbia, Dios sembró la confusión entre los constructores de la Torre de Babel, haciendo que cada familia se expresara en un idioma diferente, e ininteligible para las demás. Cabe mencionar que, hasta ese momento, todas las personas hablaban el antiguo lenguaje de Adán. Por ello, todos abandonaron la monstruosa construcción y se diseminaron por el mundo.

Aciaga alegoría

Esta historia bíblica perduró como una de las alegorías más impactantes, del imaginario de los pueblos de Europa: un símbolo por antonomasia del orgullo desmedido, la desorganización y la imposibilidad de alcanzar una comunicación plena con los demás. De la misma manera, la historia de Torre de Babel se mantuvo como una denuncia contundente contra la ambición de los seres humanos, que, cuando sobrepasa ciertos límites, está condenada a fracasar. Por otro lado, esta narración también señala el temor de los dioses por ver alterada su primacía, cuando las personas se organizan para llevar a cabo un proyecto colectivo, en busca de la sociedad perfecta.

El arte de la arquitectura

Es de hacer notar la predilección que ha tenido este tema, por parte de artistas de diferentes épocas. Y es que no resulta sencillo, técnicamente, representar el castigo divino a los constructores de la torre: la confusión de los lenguajes y la partida de los diferentes pueblos hacia todos los rumbos del orbe. Lo primero no puede ser traducido a términos visuales, y lo segundo, solo puede ser representado a través de una metáfora.

Por ello, Pieter Bruegel (1525-1569), no se concentra en su obra La Torre de Babel (1563), en el célebre edificio, sino más bien, en su construcción, esto es, las etapas de su edificación y los procedimientos arquitectónicos que implicaría tal proyecto. En lo anterior, Bruegel exhibe el mismo candor en el detalle, que demuestra al plasmar sus banquetes de pueblerinos o a niños jugando. En cierto sentido, Bruegel se sirve de esta pintura para llevar a cabo un homenaje a la arquitectura, al arte de la edificación. La Babel de Bruegel es el triunfo de lo “industrial”. La mayor parte de su obra esta colmada por esta construcción formidable, de plantas retranqueadas en la base central, con numerosos canteros y albañiles concentrados en sus maquinarias y aparatos de construcción. Esta pintura es un compendio visual de los diferentes materiales, utillajes y técnicas de la construcción, la cantería y las tecnologías del tiempo de Bruegel, para levantar grandes pesos por medio de poleas y de grúas.

El edificio imposible

No obstante, lo más sugestivo de esta obra, es la manera en la que Bruegel ha logrado traducir, en términos visuales, la confusión que terminará por hacer fracasar el proyecto de la gran torre. No es cuestión solo de que Bruegel haya pintado la construcción peligrosamente inclinada, sino que además demuestra una incongruencia inherente, con cada piso erigido sin tomar en cuenta a los demás. Y es que, si bien los primeros niveles parecen regulares y sólidos, conforme avanza la construcción se hacen evidentes numerosos desajustes, y los niveles superiores exponen muros sin apoyo y estilos arquitectónicos discordantes, lo cual es patente en los arcos, vanos y molduras. A la altura del cuarto nivel, además, se observa una grave incongruencia estructural, que evidencia lo imposible e infructuoso de esta edificación.

Bruegel, por lo tanto, ha sabido expresar de manera genial la falta de comunicación de los constructores de la Torre de Babel, en términos rigurosamente arquitectónicos: la colosal mole ha ido creciendo de manera anárquica, sin llegar a concluirse, verdaderamente, ninguno de sus niveles, deviniendo cada vez más inestable y desastrosa, hasta el séptimo nivel, cifra de un funesto simbolismo, ya entre densas e irónicas nubecillas, que auguran la inminencia del desastre.


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