sábado, 30 de marzo de 2013

Claves de la filosofía de Heráclito

Uno de los aspectos más desconcertantes de la filosofía de Heráclito, es que parece relacionar la abstracta noción del logos (razón) con la figura del fuego.


El presocrático Heráclito escribió un libro aforístico que depositó en el templo de Artemisa, para que su difusión fuera más eficiente. El estilo de este pensador es ciertamente oscuro y de interpretación complicada, justo como lo eran los oráculos antiguos. Estas características derivaron en desinterés por parte de sus lectores y en una carencia de seguidores adecuados para formar una escuela.

Baste pensar en la frase de “todo fluye” o bien en la de “nadie se baña dos veces en el mismo río”, los cuales son dos tópicos mencionados por Platón. Para Aristóteles, Heráclito no es más que un pensador milesio que considera al fuego como primer principio del mundo. Posteriormente, los estoicos también distorsionarían las propuestas de Heráclito. Una fuente valiosa para comprender su filosofía, la tenemos en los escritos de Hipólito, quien fuera un obispo del siglo III. Hipólito es una vía para contrarrestar los desvirtuos que ha sufrido el pensar heracliteano. Como quiera que sea, la pérdida del libro de Heráclito es un evento lamentable, que hace aún más difícil acercarse a su visión de la realidad.

El oscuro estilo de Heráclito

Heráclito era un maestro del aforismo. Este último es una sentencia breve en la cual se condensa una idea. En un aforismo se hace la abstracción de todo detalle y matiz literario y además, requiere ser interpretado, como la voz de un oráculo. Baste recordar la ambigüedad del oráculo de Delfos cuando le vaticinó a Creso, rey de Lidia, que destruiría un gran imperio si atacaba a los persas. Y en efecto sucedió así, pues el gran imperio de los lidios fue devastado por los persas y la interpretación que hizo Creso de esa pronunciación del Oráculo. A medio camino entre la paradoja y las intuiciones visionarias, los aforismos se relacionan con las religiones mistéricas y el lenguaje utilizado por los profetas.

El símil del estilo de Heráclito con la enigmática expresividad de los Oráculos también se relaciona con su particular método de reflexión. Este pensador de Hefeso, se investigaba a sí mismo, tal y como enunciaba la sentencia inscrita en el oráculo de Delfos y que inspiró también a Sócrates. De esta manera, a diferencia de la mayoría de los filósofos presocráticos, Heráclito no analizó tanto los enigmas de la naturaleza, como sí los de la interioridad humana.

Pensador solitario

Heráclito no está vinculado a ningún filósofo anterior, a los cuales él rechazaba. Pero así también, el pensar hecaliteano influyó muy poco en la filosofía antigua, aun cuando Platón conoció sus ideas y las abordó en su diálogo Crátilo. No obstante, en la actualidad, Heráclito es el filósofo presocrático más fascinante y su visión dialéctica del mundo no tuvo parangón alguno, en valía y profundidad, hasta el siglo XIX con la filosofía de Hegel.

Otro tema clave para acercarse a Heráclito es la estructura dialéctica que explica el movimiento y su perspectiva del logos (sentido, palabra razonada, razón), visualizado como fuego, sol y rayo. Este último, desde la óptica de Heráclito es una suerte de clave del mundo, una norma universal de acuerdo a la cual se desarrollan todas las cosas de la realidad. No obstante, el logos no puede descubrirse sino en sus consecuencias, en la experiencia de su acontecer: la naturaleza (profunda) gusta de esconderse. Por ello, los filósofos deben esforzarse en descifrar y entender este código oculto de lo real.

Los avatares del logos

El logos de Heráclito parece manejarse en diferentes ámbitos: uno ontológico, como sustrato unificante de la multifacética realidad; otro gnoseológico, puesto que comprender al mundo es comprender también la razón que lo orienta- por ello, es tan valiosa la acción de analizarse a sí mismo y así estudiar las coincidencias que se presentan entre el ser propio y el ser del mundo-, y también en un sentido ético, considerando a la razón como una pauta de conducta, tal vez la más valiosa y humana.

Por otro lado, uno de los aspectos más desconcertantes de la filosofía de Heráclito, es que parece relacionar esta abstracta noción del logos, con la figura del fuego, de una manera tan intensa que lo acerca a la convencional tradición presocrática de la búsqueda del primer principio del mundo (como el agua para Tales o el aire para Anaxímenes), o bien, a una intuición visionaria casi mística.

Fuego camina conmigo

En ciertos pasajes Heráclito señala que el logos es como un fuego que se enciende y apaga eternamente. Ya sea que afirmaciones como las anteriores por parte de Heráclito, evidencien una perspectiva del fuego como arché (origen, principio), para este pensador de Hefeso, en última instancia, el logos era una realidad ultraterrena y eterna, una unidad capaz de preservarse más allá de las divergencias o los accidentes: tiene mucho de divino. Y lo mejor es que los seres humanos participan de él y están vinculados a él. Por ello “la sabiduría implica solamente una cosa: comprender a la razón que lo gobierna todo”. Como un fuego que nos acompaña eternamente.


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Heráclito en la Red Room, el logos de David Lynch

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Heráclito, el flujo de la realidad y la guerra gestadora







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