Desde hace mucho tiempo se identificó la estrecha relación que guarda la naturaleza con las matemáticas. Una de las más interesantes derivaciones de esta intuición es la de la gematría, una forma de comprender los secretos vínculos que existen entre el lenguaje y los números, para develar los misterios más profundos de la realidad.
La Cábala hebrea de la última parte de la Edad Media, desarrolló una singular forma de meditación mística denominada el “Sendero de los nombres”. El planteamiento de esta práctica religiosa se basaba en la idea de que el texto sagrado, al ser producto de la inspiración divina, debía de ser forzosamente perfecto.
De este modo, todas las verdades del mundo, de cualquier arte o disciplina, debían de hallarse contenidas en la Biblia. Toda interrogante posible acerca del universo y sus enigmas debía de tener su correspondiente respuesta en las páginas bíblicas. Y si ese conocimiento no era evidente, no era sino por causa de las limitaciones del entendimiento humano y sus lecturas insuficientes de la palabra divina. El sentido profundo del texto con su tesoro de revelaciones y sabiduría, allí permanecía, en espera de brindarse a quien se aproximara con la técnica correcta.
Desde esta perspectiva, los cabalistas intentaron los más sorprendentes métodos de lectura de la Biblia. Por ejemplo, leían cada capítulo del libro sagrado a partir de la última palabra y hasta la primera, en ese inédito sentido inverso. Otro sistema era leyendo una palabra y descartando la siguiente, todo con el afán de captar mensajes secretos allí.
Los sistemas que más se utilizaron por parte de los cabalistas tardomedievales fueron los siguientes:
El notariqon
Cambiar cada letra de una palabra por la inicial de otra
La temurah
Invertir las letras de una palabra hasta descubrir otra con diferente significado.
La gematría o sendero de los nombres
La más compleja y respetada de todas estas técnicas de lectura. Se fundamentaba en equiparar letras con números.
Ahondemos en las particularidades de este último sistema.
La gematría consistía en cambiar cada letra por su respectivo número, es decir, “a” por 1, “b” por 2 y así hasta completar. Posteriormente se efectuaba la suma de cada número, determinando así el peso matemático de cada palabra, su real valía dentro de la arquitectura del universo.
Como muestra baste pensar en la palabra "padre", la cual puede descomponerse en la secuencia de números: 17,1,4,19 y 5. Al final, el peso matemático que le corresponde es de 36.
De acuerdo a este criterio, las palabras que tenían el mismo peso matemático podían intercambiarse sin ningún tipo de conflicto, en el marco de la interpretación de un fragmento bíblico.
Una muestra de cómo funcionaba la gematría, la tenemos en el pasaje siguiente del libro del Génesis: “el cetro no se alejará de Judas ni el legislador de sus pies hasta que no llegue Schiloh y en él se unirá toda la gente”.
En el idioma hebreo, la unión de palabras “hasta que no llegue Schiloh”ostenta un peso matemático de 358, cifra idéntica a la que tiene la palabra Mesías. Por lo consiguiente este pasaje es, en el fondo, un aviso del retorno de Jesucristo.
Por supuesto que las coincidencias posibles en el peso matemático de las palabras pueden llegar a ser ilimitadas. Tal es la razón por la cual la gematría es esencialmente una estrategia hermenéutica totalmente abierta a sorprendentes hallazgos de sentido.
En última instancia, el valor de la gematría consiste en moderar los alcances de la razón en su despliegue sobre los fenómenos del mundo, dando a entender, indirectamente, que siempre prevalecerá un núcleo de incertidumbre y de misterio en el secreto corazón de las cosas.
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