Pirrón de Elis fue el fundador del escepticismo antiguo y su filosofía estaba encaminada a la búsqueda de la paz interior.
Acerca de Pirrón (360-270 a. de C.), quien fuera el iniciador del escepticismo antiguo, apenas y se tienen referencias. No escribió más que un poema en honor de Alejandro Magno. Sin embargo, su doctrina fue tan original y tan pura, que no podría comprenderse el escepticismo, en la historia del pensamiento, sin su aporte particular. Los detalles que se conocen acerca de su figura, lo exhiben como un sabio lejano y casi mítico. Se dice que se inició como pintor en su natal Elis: era un artista mediocre. Fue discípulo de filósofos como el socrático Bryson, Euclides de Megara y Anaxarcos de Abdera, a quien Pirrón acompañó siguiendo a Alejandro Magno, en su campaña por Asia.
Sabiduría y autenticidad
Fue precisamente en este viaje a Asia en donde Pirrón se acercó, de acuerdo a Apolodoro y Antígona de Cariste, a los sabios hindúes, a quienes los griegos denominaban como “gimnosofistas”, por su costumbre de andar desnudos. Cuando volvió a Elis, Pirrón fundó allí su escuela, y la dirigió durante el resto de sus días, siempre con el respeto y reconocimiento de los demás habitantes de Elis. Como muestra de este último detalle, vale comentar que, gracias a Pirrón, los filósofos en esa ciudad quedaron exentos de pagar impuestos. Fue tan entregado a su singular doctrina que,- se cuenta- en cierta ocasión en que Anaxarcos cayó en un pantano, Pirrón se negó a prestarle auxilio y pasó de largo, razón por la cual, al salir de allí, Anaxarcos le felicitó por su sabia insensibilidad.
En busca de la paz interior
Anécdotas como la anterior, nos ofrecen una estampa de Pirrón como un filósofo desentendido de los bienes materiales y que practicaba la renuncia a los asuntos mundanos. Timón, discípulo suyo, se preguntaba, en un escrito, como podía Pirrón, siendo mortal, tener una existencia tranquila y una dicha más propia de los dioses. La clave de la postura de Pirrón hay que buscarla en su filosofía escéptica, orientada, en última instancia, hacia la paz interior. De acuerdo a Aristocles, y según el escritor antiguo Eusebio, la doctrina de Pirrón se fundamentaba en tres puntos principales: primero, preguntarse acerca de la verdadera naturaleza de las cosas; segundo, determinar cual era la disposición del alma más conveniente, de acuerdo a esa naturaleza; y tercero, evaluar qué resultados se obtendrían de la aplicación de tales disposiciones del alma.
La dicha del silencio
Además, Pirrón afirmaba que, si, en el fondo, las cosas no presentan diferencia, y son ajenas a cualquier certidumbre o juicio, lo que se opine acerca de ellas, no nos dice nada de su verdad o su falsedad. Por lo tanto, lo que conviene hacer es no opinar, y sin conmoverse por los eventos del mundo, expresar, no que algo es, o que no es, sino solo lo que nos parece a nosotros. Timón, el más relevante seguidor de Pirrón, enseñaba que, practicando lo anterior, se podía llegar a la afasia (no afirmar nada) y luego a la ataraxia (la imperturbabilidad), estados propiciadores de sabiduría escéptica y felicidad plena.
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