En algún remoto lugar del cosmos, rebosante de astros luminosos y de sistemas solares, existió una vez un sol con un mundo diminuto, en donde ciertos animales inteligentes descubrieron el conocimiento. Fue quizá el minuto de mayor arrogancia en la historia del universo. De cualquier manera no fue más que un minuto, puesto que eventualmente aquel sol se enfrió y los animales inteligentes tuvieron que morir. Así se expresó alguna vez Friedrich Nietzsche, loco sagrado, visionario de una cultura profética que hoy nos define.
Nietzsche, quien hizo del Eterno Retorno una reinterpretación de cierta sabiduría de los griegos antiguos, y con sus frases lapidarias acerca de la cultura definió el talante crítico de las sociedades del futuro, nos dejó en su bibliografía una obra extraordinaria de inagotables interpretaciones.
En "El origen de la tragedia", su primera obra, Nietzsche desarrolló una lectura perspicaz acerca de los aspectos más oscuros de la cultura griega: la embriaguez dionisiaca, el éxtasis como fuente del conocimiento y el goce del sacrificio.
En "Así hablaba Zaratustra", otra de las joyas de su bibliografía, Nietzsche desarrolla un auténtico manifiesto, expresado a partir de metafóricas parábolas y frases sentenciosas, acerca del Eterno Retorno como clave de comprensión de la realidad. El Eterno Retorno no siempre ha sido interpretado de una manera concisa en la historia de la cultura. Nietzsche en esta reflexión, bien pudiera habernos expresado que hay que vivir cada instante como si mereciera repetirse en infinitas ocasiones. Más allá de toda metafísica, quizá lo que tenemos en esta idea de Nietzsche es la trascendencia (develada) como una opción post-moral. En Nietzsche cada instante- como en el cine de Ingmar Bergman- ostenta la cualidad noble de lo imperecedero.
Nietzsche forma parte, junto con Marx y Freud del grupo de losmaestros de la sospecha, es decir, aquellos filósofos que lograron que el pensar superara de manera definitiva la limitante noción de sujeto, en el marco de la cultura occidental. La filosofía de Nietzsche, siempre expresada en frases y aforismos de admirable estilo literario, se ubica más allá del bien y del mal, más allá de la cómoda e insuficiente racionalidad y el sentido común, más allá del Dios de las religiones establecidas, para arrojarse a la manifestación de una cultura profética y una profecía cultivadora de nuevos Zaratustras: animales inteligentes que heroicamente transitan a la ruta de su desaparición, en instantes que se repiten siempre, en eternidades que nunca serán.
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