Dante y Virgilio se preparan para cruzar del séptimo al octavo círculo. Antes, se encuentran con los usureros. Luego siguen su marcha volando sobre Gerión.
Dante y Virgilio, en los límites del séptimo círculo del Infierno, se asoman a un acantilado descomunal en donde el Flegetonte, río de sangre, desfoga furioso. Es cuando Virgilio llama a una silueta enorme que se acerca volando desde el firmamento. Se trata del monstruo Gerión. Mientras Virgilio dialoga con el engendro, Dante lo hace con los condenados que allí penan, por haber sido violentos contra el arte o trabajo, es decir, los usureros. Ellos portan en el cuello una escarcela con el distintivo heráldico de su respectiva familia y sufren hasta lo indecible por las brazas y las llamas que los rodean. Posteriormente, los poetas descienden en vuelo, a lomos de Gerión, hasta el octavo círculo infernal.
La imagen del mal
Gerión es una criatura de la mitología griega. Es vástago de Crisaor y de la oceánida Calirroe. Vencer y ultimar a Gerión fue uno de los doce trabajos del héroe Hércules. Símbolo del fraude y la mentira, Gerión tiene rostro de hombre bondadoso, cuerpo de serpiente y garras de león. Es interesante observar que este monstruo es representado por Dante, cual si se tratara de una gárgola románica, mientras que para autores anteriores, como el propio Virgilio, Ovidio y Lucrecio, es, más bien, un ser con tres cabezas, o con tres cuerpos.
Los rostros del Infierno
De acuerdo a la estructura rigurosa del Infierno de Dante, se observa como aparece un monstruo mitológico en cada círculo, a manera de símbolo del pecado que allí se pena, o bien, como apoyo para el castigo que allí corresponde. En el primer círculo estuvo Carón; Minos en el segundo; para el tercer círculo, Cerbero; Pluto en el cuarto; Flegias en el quinto; las tres Furias en el sexto; para el séptimo el Minotauro; Gerión en el octavo, y posteriormente estarán, en el noveno, los tres Gigantes: Nemrod, Efialtes y Anteo.
Marcados hasta la eternidad
Cuando Dante se acerca a las almas de los usureros, para hablar con ellas, advierte que están sentadas. En este sentido, hay que subrayar la manera en la que, en este séptimo círculo, cada grupo de condenados expone, con su postura, el pecado que lo llevó a la perdición eterna. Y así, bajo la lluvia de fuego, los blasfemos aparecen tendidos boca arriba; los sodomitas caminando en círculos, sin descanso, y los usureros sentados, tal y como permanecían en vida, horas y horas, contando ociosamente su dinero.
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