Cuando alguien visita un museo, es frecuente que se pregunte acerca de quién o quiénes organizaron determinada exposición. Detalles de la misma, como el tema, título o selección de las obras exhibidas, deben de corresponder a determinados especialistas. Tal es la tarea del curador. Pero solo una parte. En realidad, el sentido de su labor va mucho más allá de eso y justamente es lo que desarrollaremos en los párrafos que siguen.
Para adentrarnos en los pormenores de la curaduría, cabe considerar a un museo, en general, como un espacio en donde se concretan diversas perspectivas acerca del mundo. Estos enfoques provienen de las personas quienes organizan, brindan los medios materiales y controlan los espacios en donde una exhibición ha de montarse. Por otra parte, en los museos se lleva a cabo un intercambio didáctico de tales perspectivas, mismas que abordan temas como la ciencia, el arte, la sociedad, la historia y muchos otros más. Por lo tanto, la dinámica de los museos exige desempeñar tareas bastante especializadas.
Un rol indispensable
Algunos de los especialistas que activan la vida interior de un museo son, por ejemplo, los museógrafos, quienes tienen bajo su responsabilidad el diseño de los espacios en donde se colocarán las exposiciones. También están los administradores, archivistas, conservadores, diseñadores gráficos, guías, editores, vigilantes. Y por supuesto, los curadores. Un curador es aquella persona que funge como crítico o como autoridad en cierto campo del conocimiento, en este caso, de las artes visuales, y quien otorga asesoría académica para realizar cierta exposición. El curador, de acuerdo a las especificaciones de los productores u organizadores de una exposición, selecciona las obras más pertinentes para estructurar la muestra. Por lo consiguiente, desde cierto punto de vista, la autoría intelectual de una exposición le corresponde de lleno al curador.
Labor delicada
Por lo común, el curador es un experto en su temática y en los autores y obras artísticas relacionados con tal área del conocimiento. Otras de las nociones que debe poseer un curador, se refieren a la manera de preservar correctamente las obras a exhibir. La curaduría implica elegir un tema preciso para abordar en una exposición. A continuación, el curador debe planear la mejor manera de comunicar este conocimiento- por medio de medios museísticos- a la gente, los visitantes de un museo o una galería. El argumento de una exposición debe ser plenamente comprendido por los espectadores, de allí la importancia que tiene el curador como agente hermenéutico de un proyecto cultural.
Justo reconocimiento
Paulatinamente, se le ha otorgado a los curadores la gran atención que merecen dentro del medio del arte y de los museos. Existen curadores que ya son considerados como personajes de gran relevancia a nivel internacional, y por ello, en los museos y galerías de todo el orbe se solicita su presencia para la organización de exposiciones y muestras. Tal grado de importancia han alcanzado los curadores, que ciertas exposiciones omiten el uso de fichas informativas acerca de las obras expuestas. En estas exhibiciones, únicamente el nombre del curador y el título de la exposición, bastan para garantizar un éxito seguro de convocatoria e impacto en los medios. En este caso, la idea del curador parece ser lo más importante, más allá de las obras de arte que se utilicen para comunicarla.
Algunas de las tareas adicionales de un curador son las de participar en los programas académicos y de divulgación que se imparten en los museos, y también, buscar fuentes de financiación para futuras exposiciones.
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