Una de las particularidades más controvertidas del estilo del pintor Jackson Pollock (1912-1956) fue su aparente caos creativo, su pulsional expresión estética, apresurada y brusca. Cual si se tratara de una forma de crear ajena a todo control, un torrente de pasión gestual, en donde Pollock hiciera a un lado irreflexivamente cualquier técnica para pintar, e incluso la historia del arte en general.
No obstante, la elaboración de sus obras, lejos de producirse por una fiebre irracional, únicamente es comprensible desde la perspectiva de sus propias reglas y compromisos estéticos. Pollock estableció un coloquio ininterrumpido con los oscuros motivos de su expresividad, y cada una de las acciones ligadas a su trabajo estaba plenamente justificada de acuerdo al compromiso con su propio ser.
Crear a ras de tierra
Jackson Pollock acostumbraba pintar sobre el suelo, tendiendo grandes lienzos en el pavimento de su taller. La resistencia de esa rígida superficie favorecía el fluir de su labor. Pollock usaba gruesas telas de barco, untadas con cola, para lograr que sus lienzos se mantuvieran estables por su propio peso. Además de las ventajas pragmáticas de pintar sobre el suelo, también desde el punto de vista simbólico, este acto adquiere un gran significado. Pintar sobre el suelo implica dejar a un lado la convencional línea del horizonte y así, cualquier referencia a la presencia humana. De este modo, se privilegia una forma de pintura abstracta, pura, libre y con una gran carga atávica.
Mientras que el tradicional caballete implica un compromiso con el orden establecido y los grilletes de la ortodoxia, Pollock prefiere relegar los valores y paradigmas de la herencia cultural para aventurarse en el universo interior y sus enigmas. Su pintura es un arrojarse al remolino de la irracional y lo primitivo, un experimentar el corazón secreto del existir, el connato de ser que anima a cada cosa a persistir a costa de todo.
Creatividad integral y vital
Otro detalle llama la atención en el arte de Jackson Pollock. En muchas de las fotografías que le fueron tomadas mientras trabajaba en su taller, se hace patente una significativa circunstancia. Mientras se afana en pintar el lienzo en el suelo, otra obra, ya finalizada, cuelga de uno de los muros. Cual si el propio Pollock habitara físicamente los ámbitos gestados por su propia inspiración. Y así, la obra ya completada, y la que se encontraba en gestación, se unían, de acuerdo a estas fotografías testimoniales, por vinculaciones de líneas y trazos, goteos y manchas. En última instancia, esto dejaría ver que Pollock mantenía una consciente continuidad entre sus trabajos, o bien, que existía una importante relación entre el ser creativo de Pollock y la totalidad de su obra.
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