De acuerdo a las fuentes mitológicas de la antigua Grecia, Proteo era una divinidad marina, que se encargaba de pastorear las focas divinas del gran Poseidón. Era conocido desde tiempos de Homero, como el “anciano del mar”. Proteo tenía la facultad de observar a través de grandes profundidades y además de augurar el porvenir, se transformaba infatigablemente con el objetivo de evadir a quienes le solicitaban tales conocimientos ocultos. Solo aquel héroe capaz de seguirle la huella, en cada una de sus metamorfosis, podía hacerse con la sabiduría de Proteo.
Siguiendo a Homero, la Isla del Faro, cerca del Nilo, era la zona donde habitaba Proteo, el visionario anciano del mar. Menelao, el caudillo aqueo, tras la caída de Troya, al intentar volver a su tierra, sufrió junto con su flota una serie de calamidades. Desesperado, Menelao solicitó el auxilio de la ninfa Eidotea, hija de Proteo, para saber cómo escapar de tan angustiante circunstancia. Eidotea le recomendó que atrapara a su padre, Proteo, para exigirle le comunicara a cuál de las deidades había hecho enfadar Menelao, para así congraciarse con ella, y poder retornar por fin a su reino.
De esta manera, cuando Proteo dormía con un grupo de focas, fue capturado por Menelao, en una hazaña muy esforzada, ya que el anciano del mar se transformó alternativamente en león, serpiente, leopardo, cerdo, agua y árbol. Al final, Proteo se declaró vencido, y tuvo que darle a Menelao la información que requería. Además le dio noticias, casi todas trágicas, de sus parientes y conocidos. Luego de esto Menelao pudo volver a sus dominios para ser feliz, con Helena recuperada.
Es posible hacer una lectura simbólica de esta anécdota, para relacionarla al ámbito de la creación artística, y así comprender las trascendencias posibles que nos brinda. Cada vez que el autor se enfrenta a la hoja en blanco, al níveo lienzo, al mármol en bruto o la partitura vacía, no hace más que convocar a la deidad marina Proteo, es decir una poderosa figura, concentradora de otredades.
El acto de crear se manifiesta de múltiples maneras, para poder adquirir cierto conocimiento que solo nos brindan las obras de arte: una perspectiva en donde se juega su naturaleza, la realidad entera. La próxima vez que te cueste trabajo inspirarte, escucha tus silencios atentamente: son los susurros de la lúdica deidad, que desde su morada de enigmas, observa y aguarda, para poner a prueba tu capacidad total de existir como plural e inagotable.
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