En el episodio bíblico de la elección de Barrabás, un ladrón y agitador popular, en lugar de Jesús el hijo de Dios, se esconde una profunda sabiduría de vida que vale la pena ser rescatada como objeto de reflexión.
El verdadero Mesías
Cuando Poncio Pilatos, el representante del Imperio romano en Jerusalén, le dio a elegir a los habitantes de pueblo, cual de dos prisioneros debía de ser liberado de acuerdo a cierta festividad típica del lugar, la gente, instigada por los fariseos, eligió a Barrabás, y condenó a Jesús, quien se proclamaba el Mesías, a la crucifixión. Algo muy importante ocurrió en este suceso, algo se decidió en la historia entera de lo humano. Por primera vez un grupo de personas y no solamente un elegido, tuvo la posibilidad de escoger su destino, y la decisión que tomaron determinó significativamente los derroteros de la realidad. Es posible que, el verdadero mesías haya sido Barrabás, tan imperfecto, tan precisado de redención, tan humano; y por lo tanto, Cristo haya sido una presencia pura, lejana y bella, que solo por una delicada casualidad, relacionó su senda particular hacia derroteros incognoscibles con el áspero camino de nuestra mundanidad.
Cuando Poncio Pilatos, el representante del Imperio romano en Jerusalén, le dio a elegir a los habitantes de pueblo, cual de dos prisioneros debía de ser liberado de acuerdo a cierta festividad típica del lugar, la gente, instigada por los fariseos, eligió a Barrabás, y condenó a Jesús, quien se proclamaba el Mesías, a la crucifixión. Algo muy importante ocurrió en este suceso, algo se decidió en la historia entera de lo humano. Por primera vez un grupo de personas y no solamente un elegido, tuvo la posibilidad de escoger su destino, y la decisión que tomaron determinó significativamente los derroteros de la realidad. Es posible que, el verdadero mesías haya sido Barrabás, tan imperfecto, tan precisado de redención, tan humano; y por lo tanto, Cristo haya sido una presencia pura, lejana y bella, que solo por una delicada casualidad, relacionó su senda particular hacia derroteros incognoscibles con el áspero camino de nuestra mundanidad.
Todos somos Barrabás
Pero también es factible que al elegir condenar a Jesús, el único liberado haya sido él. Tal vez el camino hacia la trascendencia hubiese sido enteramente distinto si no se hubiese elegido a un hombre en lugar de otro. Pero también se abre la perspectiva de que Jesús Y Barrabás hubiesen sido dos facetas de una misma presencia. Y así Jesús, el hijo del carpintero José, pudo llegar hasta la divinidad por la ruta de su propio calvario. Y los demás, cuando por el ejercicio del libre albedrío transitamos por los avatares de nuestras propias fuerzas, entonces todos somos Barrabás, teniendo que labrar nuestra propia salvación, existiendo humildemente, heroicamente como única vía para intentar llegar a la presencia absoluta del Cielo.
Yo soy el que soy
Barrabás siguió un camino desconocido, que la cultura, en manifestaciones posteriores, colmó de referencias emocionantes y conmovedoras- como en la extraordinaria novela de Pär Lagerkvist, y en la memorable cinta de Richard Fleischer, Barrabás (1961) protagonizada por el brillante actor mexicano Anthony Quinn. Al final todas estas referencias coinciden en que el final de Barrabás significó una epopeya de redención personal que a todos nos atañe y nos honra: después de haber participado de la Creación, humanamente, existiendo, a plenitud, poder exclamar como un hijo pródigo lo haría, con el último aliento: “Yo soy Barrabás”. Sí, yo también quiero ser.
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