Como pocas veces un modelo de pensamiento fue tan pertinente a cierto momento histórico, como los planteamientos de William James sobre el pragmatismo en el siglo XX, con referencia a nuestra actualidad. Porque lo que caracteriza a estos atribulados tiempos, es una desaforada manifestación de perspectivas, una dispersión de sentido generalizada e incontenible. Tras el declive de los grandes relatos concentradores de verdad, de cohesión social, el mundo tiene la apariencia de un tapiz oriental, cuyo colorido abigarramiento seduce, pero a la vez confunde y extravía.
¿Cuál es la mejor vía de manejarse existencialmente en este panorama? William james nos propone en el pragmatismo una vía inteligente y provechosa para ello. Para este filósofo norteamericano, la realidad siempre se expuso ante la conciencia humana como un misterio, como un acertijo cuya solución habría de ser hallada en la formulación de algún nombre, palabra, noción o potencial término inspirador. Para el pensamiento metafísico de corte clásico una sola palabra es el principio de todo cuanto hay, el ser entero, y hacerse de ella, pronunciarla, orientar toda la actividad intelectiva en relación a ella, es, en cierto sentido, poseer al ser mismo. Algunas versiones de esta Gran Palabra serían “Dios”, “Materia”, “Razón”, “lo Absoluto” o “Energía”.
Lo que sucede en nuestro momento histórico es que, cuando estas palabras identificadas por James como sobrecargadas de sentido, han dejado ir mucha de su potencia , de su fuerza religante, todas las maneras de referirlo valen lo mismo, por lo tanto, es necesaria una manera de pensar el mundo en donde existan apoyos para comprenderlo a plenitud, como un hipotético todo integral. Si utilizamos la intención de la vía pragmática que James ha concebido, ya no sería preciso instaurar ninguna tentativa de humanidad, sobre palabras con mayúscula; pero tampoco conformarnos, y esto sería novedoso para James, quien solo prefiguró la posmodernidad, no la experimentó, con palabras con minúscula. Por lo tanto, como parece hacerlo Gianni Vattimo con su pensamiento “débil”, aprendamos a dar mayúsculas- que son imprescindibles- únicamente a las palabras que nos sean más útiles, más convenientes, para encontrarle un sentido y un valor, más profundo al vivir.
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