El pintor inglés Francis Bacon nos acerca al vórtice del mundo: en sus obras, todo en derredor se muestra como vano, cuando nos interiorizamos lo suficiente en nuestra propia conciencia, en el corazón secreto del ser. Desde allí, la realidad entera se manifiesta como un remolino, en un devenir sin esperanza: nuestro propio sujeto, afuera, nos contempla irónico antes de disgregarse en ese vendaval de vacío.
Los personajes de las pinturas de Bacon frecuentemente están sentados, como si aguardaran algo, como si estuviesen cautivos en una pieza de Beckett. Lo que esperan parece nunca llegar. Al final, solo nos queda el registro de la nauseabunda deconstrucción de su paciencia. (Pero si se observa bien, puede que lo que aguarde, sea su particular degradación, que con todo el tiempo del mundo, mira caer cada pedazo de aquel lastre, que se olvidó)
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Existe en Francis Bacon una cierta delectación por la podredumbre, una sensibilidad admirable por la delicia de la putrefacción. Pero se olvida que todo lo suyo es arte: hace mucho tiempo que la realidad ha superado a su representación: hoy en día, las creaciones de Bacon no son más que espejos insuficientes. Sus personajes, en secreto, se ríen ¿de quién?
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Parecería que, si para Dalí el tiempo se consumía derritiéndose en su propia añoranza, para Bacon, en contraparte, la temporalidad, fascinada por su propia imagen en la alteridad de la carne, se insertara en ella con todo el entusiasmo de quien descubre sus propias fuerzas y quiere explorarlas sin contemplaciones. A nosotros es a los que solo nos resta ser testigos presenciales de ese des-cubrimiento, literal.
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Todos tenemos un lugar en el infierno de las creaciones de Bacon. Para tomar conciencia de esto no se requiere más que acercarse a sus obras y observarlas detenidamente, con paciencia, concentración y mucha sinceridad. Pronto nos veremos allí. (La conciencia entonces, ya no será necesaria)
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Las figuras de Bacon pueden hacernos pensar en una perspectiva externa del ser humano, de su realidad, de su verdad. Pero entonces, ¿Quién es el Único que puede mirarlo Todo desde fuera? Ante ese ámbito de criaturas torcidas y extenuadas, no es de extrañar que ese Ser tan esperado no llegue aún. Sin embargo, la esperanza es lo último que muere: de acuerdo a Bacon, no habrá nadie nunca que lo pueda desmentir.
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Des-hacerse es hacerse de…: el vacío es elocuente.
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