Probablemente, en estos tiempos agitados, en los que todos tenemos tantos problemas acarreados por la reciente crisis económica globalizada, te preguntes acerca de qué utilidad tendría el pensar sobre el origen de las cosas, de la posibilidad de ser libre, o de la belleza de una pintura.
Eso incluso puede significar una pérdida de tiempo, el desperdicio de una oportunidad para obtener fuentes monetarias que te permitan sobrellevar esta difícil situación. Desde cierto punto de vista, dedicarse a un ejercicio aparentemente tan vano, no sería más que una manera de cerrar los ojos ante la realidad cotidiana, la verdadera, la tangible.
No vale la pena, podrías concluir, con razón, ocuparse de esos menesteres inútiles que poco tienen que ver con la vida, con tú vida.
Y sin embargo ¿realmente ya no tiene validez, una actitud filosófica ante el mundo, hoy día?
Analiza bien lo siguiente: la realidad no es más que lo que se dice acerca de ella. Habitamos un espacio de corrientes de información en pugna constante. Las cosas por supuesto que están allí, y nos relacionamos con ellas, somos con ellas. Pero el sentido que tengan para nosotros, como cosas en un específico contexto, determina totalmente nuestra concepción acerca de ellas. La crisis está, y se vive: pero siempre a través de lo que se comunica acerca de ella, de los eventos derivados de cierto fenómeno que viven también otras personas y que interpretan a su manera. Tu lectura vital de ese fenómeno, comprendido por un gran número de personas como “crisis”, es tan válida y real como la que pueda tener cualquier otro habitante del planeta.
Los acontecimientos que se suceden no lo hacen de una sola manera, siempre se manifiestan como una expresión de algo inabarcable al que solo puede uno acercarse parcialmente. La finitud es lo que nos torna humanos, es lo que nos limita; pero al mismo tiempo, nuestra más ilimitada fortaleza.
Piénsalo de esta manera: la realidad, esa misma de todos los días, que los economistas creen haber colmado con sus avatares bursátiles, en el fondo, en lo profundo, tal vez solo sea un espacio de mensajes infinitos, que únicamente por nuestra situación cultural, nuestro estar inscritos como participantes de cierto ámbito de relación comunicacional, creemos haber entendido y vivenciado en su totalidad. Pero basta pensar, por ejemplo, en la pintura de Gustave Moreau, “Hércules y la Hidra de Lerna” para visualizar que, esta existencia cotidiana, forjada de voces contrapuestas, que parece un monstruo de innumerables cabezas, es capaz de ser afrontada si se tiene la entereza suficiente para cuestionarlas todas, y construir un discurso propio, más allá de lo verdadero o falso, con la heroicidad de un Hércules, con la fuerza de pensamiento para asumir que no todo tiene que ser “forzosamente” razonable, ni útil, ni productivo.
El monstruo- la realidad- tratará de acabar con nuestra voluntad de pensamiento, con la posibilidad de valorar nuestra interpretación que hagamos de él. Pero si perseveramos en la conciencia de los límites propios; con una plena confianza en nuestro pensamiento, basado, y no asumido simplemente, en el que expresen los demás, saldremos avantes y victoriosos internamente.
Atrévete a pensar los objetos de otra manera. Ten el valor de hacer valer las cosas no con relación a ningún tipo de cambio, sino por lo que ellas signifiquen para ti. Atrévete a filosofar: piénsalo.
Me gusta el mensaje de este post. Pienso que sobre este tema aun dispones de mucha buena tela para cortar
ResponderEliminarMalena, sabes que valoro mucho tus comentarios, especialmente por la admiración que tengo por tu amor al arte, la cultura y la comunicación escrita.
EliminarDe tal manera que no me queda sino agradecerte infinitamente que te acerques a mi espacio y me compartas tu opinión y motivantes observaciones.
Un abrazo, gracias!! :)