El filósofo Hans Georg Gadamer, en su trabajo intelectual, tuvo como eje básico contemplar al lenguaje como un núcleo en el que se religan la subjetividad y el mundo objetivo, o más bien, el no lugar en donde se reintegran a su (di)fusión primordial.
Gadamer entiende al lenguaje como un evento límite, que se rebasa por la acción dialéctica de los conceptos. Tanto en el habla compartida de todos los días, como en la poesía, o en la interpretación hermenéutica, se hace clara la naturaleza especulativa del lenguaje, que queda de manifiesto por el hecho de que no trata de ser espejo o duplicado acerca de ciertos objetos dados de antemano, sino más bien, la ocasión para un vínculo de sentido, en el que algo puede llegar a comprenderse.
Gadamer piensa que la dialéctica griega se aproximó a esta reflexión, ya que cuanto más se trataba de establecer una vía de conocimiento para el hombre, lo que se producía no era sino la cosa meditada en sí misma. Y es precisamente en este pensar activo y forjador, en donde se hace patente el carácter especulativo de la comunicación.
Esta facultad de hacer el crisol del mundo del dialogo humano, la potencia del sentido del habla, refiere a un modelo de reflexión cimentado sobre universales ontológicos, tomando como fundamento todo aquello que puede sostener la comprensión.
El mayor logro de Gadamer fue el haber resaltado que el único ser que puede ser comprendido es el del lenguaje. Los fenómenos hermenéuticos posibilitan de esta manera la pertinencia de los universales, pero siempre manejados desde el horizonte de lo óntico como expresado, como lenguaje, como interpretación.
Para el autor de “Verdad y Método” no es vano referirse a un lenguaje del arte, puesto que también es conveniente tratar de acercarse a un lenguaje de la naturaleza, o develarse en la referencia del lenguaje de las cosas. Cada elemento de la realidad solo puede ser accesible a nuestra conciencia como ente comprendido, desde un punto preciso de ubicación cultural. Desde otra posición posible, las cosas se dicen, y por lo consiguiente se piensan, de una manera totalmente distinta.
Y sin embargo, más allá de Gadamer, más allá de la interpretación, ¿Tendrán por sí mismas las cosas, un lenguaje particular? Pues bien, aún si fuera así, no tendríamos porque dejar de nombrarlas de modos diversos, porque, ciertamente, el mundo merece ser expresado de muchas maneras posibles, ya que, las cosas que pueden ser compartidas son las más dignas, las que nos dicen más.
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