sábado, 16 de junio de 2012

Las escuelas helenísticas

Las escuelas helenísticas se caracterizaron por una orientalizante tendencia hacia la consolación existencial, y el culto que rendían a sus fundadores. Las condiciones políticas y sociales en el periodo helenístico, derivaron en una restricción de la libertad y con ello, también se produjo un hondo cambio en los esquemas de enseñanza de la filosofía. Y así, quedaron rebasados la mayéutica y el diálogo platónico- procedimientos pensados para una noción de la sabiduría como libre didáctica grupal-, y su lugar fue ocupado por la escuela, novedosa institución dedicada ex profeso a la enseñanza.


Estas condiciones emergentes hicieron decaer rápidamente el entusiasmo por la investigación. En poco tiempo, las escuelas devinieron círculos elitistas y restringidos, con poco espacio para el debate en su interior y casi nulo contacto con formas de pensar venidas del exterior, sin contar en ello las polémicas entre escuelas rivales. Ello ocasionó el progresivo desgaste de las tesis de cada escuela y las formalizó, finalmente, en tradiciones vinculantes.

Poder y conocimiento

Este desarrollo, que se dio con tintes dogmáticos y sectarios, alteró tanto a la Academia de Platón, como al Liceo fundado por Aristóteles, y otras escuelas abiertas aun en Atenas, tras la llegada de Alejandro Magno, como el Jardín de Epicuro y la Stóa (escuela estoica). En contraste, el escepticismo y el cinismo se cultivaban en grupos escasamente estructurados.

Similares a los colegios actuales, en tales sectas se manejaban relaciones fuertemente jerarquizadas. Por ejemplo, únicamente los estudiantes más destacados podían establecer contacto con el fundador de esa escuela. En este sentido, los diferentes grados de autoridad se hacían patentes, inclusive, en los monumentos relacionados con cada escuela: Epicuro en sus estatuas aparece instalado en un trono; su alumno preferido, Metrodoro, se muestra retratado en una silla más sencilla, y otro discípulo de menor rango, Ermarco, es retratado en un humilde banquillo.

Filosofía del consuelo

En las escuelas helenísticas, para los niveles inferiores, se desarrolló un esquema de temas cada vez más segmentado y de allí surgió la tradicional separación de la filosofía en lógica, física y ética, siendo esta última, la más importante para los pensadores de este tiempo.

Poco a poco, estas sectas se orientaron hacia lo religioso, debido a que la helenización de Occidente, generada desde la irrupción de Alejandro Magno, produjo en contraparte, la aparición de una tendencia orientalizante en Grecia. Y de esta manera, la preocupación intelectual más acuciante para las distintas escuelas helenísticas, tal y como acontecía con la teosofía oriental, era fomentar la función consoladora del pensar filosófico. De hecho, se pueden verificar notables similitudes entre ciertas doctrinas budistas y algunas nociones estoico-epicúreas. Las escuelas helenísticas hicieron de la filosofía una terapia vivencial, apta para apoyar a las personas a sobrellevar sus tres temores más profundos: la muerte, el dolor de existir y la relación con los dioses.

Culto y sabiduría

Esta decantación hacia lo religioso de la filosofía, se hizo más intensa aún, durante el Imperio romano, y al final modificó ostensiblemente la organización interna de estos grupos. A partir de ello, en cada escuela, el maestro se transformó en objeto de culto y el fundador fue prácticamente divinizado.

El epicureísmo fue la escuela en donde más se manifestó esta tendencia. A Epicuro se le reconocía y nombraba como “el Salvador”, ese capaz de brindar consuelo con su sola presencia, con tan solo una mirada. Se pensaba que la mirada de Epicuro tenía efectos curativos, e incluso las estatuas que lo representaban eran veneradas por ser consideradas como mágicas.

En este sentido, el epicureísmo anticipó muchas de las particularidades del cristianismo, principalmente la de valorar más el ejemplo de vida del maestro, que la propia doctrina que enseñaba.


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