La popular escritora de novelas puzzle policiacas, Agatha Christie bien puede haber hecho algo más que poner a prueba, lúdicamente, las capacidades deductivas de sus millones de lectores. Ya que, personajes tan entrañables como Hércules Poirot o Miss Marple, pueden adquirir el simbólico valor de representantes de la existencia humana, quienes, enfrentados ante un críptico entorno, no pueden sino agotar hasta sus últimas consecuencias, las posibilidades de su percepción racional hasta llegar a los límites concebibles del mundo.
El crimen que nunca tuvo lugar
Los casos resueltos por el célebre detective Hércules Poirot, destacado discípulo de personajes literarios tan valiosos como el Aguste Dupin de Edgar Allan Poe, o el Sherlock Holmes de Sir Arthur Conan Doyle, si se observa con detenimiento, se fundamentan en la posibilidad de un hecho imposible, es decir un crimen acontecido cuando todos los fenómenos de su entorno se oponían al acontecer cabal de tal ilícito. De tal suerte que, el lógico y deductivo Poirot, personaje que despierta una gran simpatía por su fría pero amable personalidad, ha de enfrentar su talante razonador ante lo irracional: ¿Y cómo resuelve esta contradicción?
Tal vez utilizando una estrategia deconstructiva, en donde el crimen es considerado como un evento absoluto, cual si fuese la realidad en su conjunto, y a partir de allí ir desmontando las condiciones de su posibilidad. Al pensarlo todo como un ámbito cerrado, Poirot ha de agotar en cierto momento todas las posibilidades de acontecer para un objeto. La vía que menos rechace la posibilidad de una desfundamentación absoluta, es la que apunta directamente al culpable. Poirot y sus triunfos: escéptica sabiduría de un nihilista bonachón.
El culpable que nunca existió
Por su parte Miss Marple se nos presenta como una filósofa del rumor, en esencia, Miss Marple es la persona que solo puede encontrar solaz en el rumor de la cotidianidad, en el “se dice que”, en el comentario transitado por numerosas voces, que nunca termina por ser comunicado del mismo modo que como inició. La realidad de todos los días no es más que una red expresiva en ese talante: las cosas no pueden tener fundamento alguno, que no sea una justificación acerca de otra.
Miss Marple es quien navega por el entramado de suposiciones, una especie de mar de prejuicios, que configuran cada uno de los acontecimientos del mundo. Basta para ella, con rastrear lo que se ha dicho acerca de cierto crimen, hasta comprender a los integrantes del círculo comunicativo de donde se originó, para identificar a aquel que menos se menciona con relación al asunto. Desde cierta perspectiva no hay culpable alguno, pero por cierta malicia intelectual: el que menos haya sido citado en el rumor del mundo, es el culpable seguro del delito. Miss Marple, como los pensadores cínicos antiguos, es capaz de resolver el origen del mundo, en la plaza de un mercado popular.
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