Al parecer, habitamos en un ámbito de misterio y enigma. En lo que sigue, veremos como inspirados artistas como Kafka o Magritte lo han percibido así. Heisenberg parece haberlo confirmado con sus célebres teorizaciones, y la filosofía de vanguardia, nos propone símbolos para comprender la incertidumbre del ser más profundo: nuestro propio ser.
El Castillo fugaz
Es famoso y de gran simbolismo el pasaje de la novela “El Castillo”, de Franz Kafka, en donde el personaje principal, el agrimensor Joseph K., se afana por arribar al gigantesco edificio del Castillo, a fin de aclarar ciertos trámites burocráticos, complejos e intrigantes, que se refieren a su persona. Sin embargo, el fatigado K se percata, después de mucho andar, que cada vez que trata de ganar terreno hacia su objetivo, el Castillo maliciosamente se aleja más de él. Mucho pasará antes de que el atribulado agrimensor, logre averiguar algo más acerca de esa entidad agobiante y claustrofóbica.
El mundo, un espejo sin mirada
La intuición acerca de que el fundamento último del mundo, permanece siempre oculto y de que la realidad entera no es más que una construcción provisional, para solventar este hermetismo de fondo, ha acompañado a los seres humanos durante toda su existencia. Pero pocos han podido expresar esta sensación metafísica tan determinante, como lo hicieron los sabios griegos. Algunos hermanos espirituales de estos sabios: los locos, los niños y los artistas, también lo han percibido así. Un ejemplo cabal de estos últimos, lo hallamos en el pintor francés René Magritte, puesto que en cada una de sus composiciones, obras maestras del surrealismo, podemos identificar esta inquietud: en espejos rotos, fragmentos de cielo; pájaros en vuelo, huecos-umbrales hacia alteridades infinitas; o en lienzos junto a ventanas que retratan horizontes inefables, conjuntos e inseparables. Para Magritte, el silencio más allá de todas las palabras, no dice nada, pero lo expresa todo.
La incertidumbre según Heisenberg
Una interesante analogía con respecto a lo anterior, lo encontramos en la ciencia, en el principio de incertidumbre propuesto por el físico Werner Heisenberg. Esta teorización expone, que existe un límite en el grado de exactitud de cualquier observación que se realice del mundo atómico o subatómico. Es posible sí, calcular la ubicación, al momento, de una partícula subatómica, pero sólo a cambio de perder precisión con respecto a otras circunstancias tan relevantes como su velocidad, por ejemplo. Esto se produce porque la observación directa del investigador afecta de lleno, y de un modo no controlable, el equilibrio atómico. De la misma manera, se puede fijar eficazmente la velocidad de una partícula, pero sólo a costa de no poder establecer su situación precisa. La realidad según Heissenberg nunca se da de lleno, sino que se oculta en cierta manera.
La naturaleza ama esconderse
Giorgio Colli, un respetado filósofo italiano, ha establecido esta incertidumbre capital como el cimiento de una postmetafísica inspirada en los discursos órficos antiguos, en los presocráticos, en Schopenhauer y en Nietzsche. Colli nos propone asumir que la realidad entera nos es más pura representación, una estructura cognoscitiva que se refiere a una inmediatez, un enigma incierto que sólo se expresa a través de nuestras voces y nuestras miradas. Un espectáculo que nadie contempla (puesto que no hay un sujeto que se encuentre fuera de lo expresado). Cual si fuese, según Colli, el reconocimiento de un dios que se había olvidado, mientas se contempla disperso en un espejo falaz, y sonríe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario