Las precipitaciones de lluvia, nieve o granizo, no son las únicas sorpresas que nos tiene el cielo, o al menos así ha sido en múltiples eventos a lo largo de la historia. Estudiosos de lo desconocido, como el periodista Charles Fort, así nos lo han revelado, en innumerables reportes. Los tornados son vientos de tanta intensidad que son capaces de llevar consigo objetos tan enormes como las torres de una iglesia. También pueden succionar toda el agua de una laguna hasta dejarla seca por completo y tras llevar ese contenido al cielo, dejarlo caer de golpe en cualquier lado. Tales fenómenos naturales, pueden ser los causantes de las asombrosas lluvias y tormentas que a continuación les comentaremos.
En 1687 se observaron copos de una sustancia de apariencia fibrosa y tonalidad negra, que tiñeron de oscuro la blanca nieve de Memel, la actual Klaipeda en Lituania, en las costas del este del Mar Báltico. Eran copos húmedos y tan grandes como la tabla de una mesa, además, su olor era semejante al de algas marinas en descomposición. Al secarse se volvían de inmediato inodoros y se rasgaban como si fueran hojas de papel.
De acuerdo a los anales del "Procedings of the Royal Irish Academy", de diciembre de 1839, las muestras recopiladas siglo y medio más tarde, revelaron que se trataba de una sustancia en parte vegetal, en buena parte Conferva crispata, una especie de alga de variedad filiforme. Además incluía hasta 29 tipos de infusorios, los cuales son protozoarios, es decir, criaturas acuáticas diminutas.
Los registros del Philosophical Transactions de la Real Sociedad de Londres, entre marzo y mayo de 1696, dejaron constancia de una sustancia pestilente y consistencia parecida a la margarina que cayó del cielo en vastas zonas del sur de Irlanda, en el invierno del año anterior y la primavera que le siguió. Robert Vans de Kilkenny, dejó constancia que los moradores de la zona tomaron esta misteriosa sustancia caída del cielo, como una suerte de maná divino y lo recolectaron para utilizarlo a manera de medicina.
Otras lluvias asombrosas del siglo XVII incluyen materias menos desagradables, por ejemplo, una similar a la seda azul que cayó en Naumburgo, en el suroeste de Leipzig, en Alemania, en marzo de 1665. Pequeños sapos cayeron copiosamente, en una lluvia inusitada, sobre una comunidad de Norfolk, en Inglaterra en 1683; y una erupción volcánica trajo consigo una lluvia de peces sobre las poblaciones de los Andes sudamericanos, en 1698.
En tiempos aún más antiguos, se tienen referencias de esta clase de eventos. Un reporte ancestral indica que el primero de octubre del año 679 d.C., una extraña sustancia de consistencia esponjosa y fibrosa, cubrió por completo la comunidad japonesa de Naniwa, en Osaka. Un temporal semejante de “pelo de ángel”, se presentó también en tierras niponas el día 27 de septiembre de 1477, entre las 11 de la mañana y las 5 de la tarde. De acuerdo con algunos testigos, la extraordinaria lluvia aconteció tras el paso de un radiante objeto por el cielo.
Peces atrapados en madejas de este “pelo de ángel” (como una curiosa variedad de lana de oveja) y arañas voladoras, cayeron en un par de ocasiones en la población de Selborne en Inglaterra, el 21 de septiembre de 1741, y el segundo de tales eventos tuvo una duración de 11 horas. Las personas que presenciaron este acontecimiento, declararon que esta materia que cayó del cielo súbitamente pasaba de ser gelatinosa a evaporarse por completo. Algunos científicos proponen que tal sustancia pudo haber sido telaraña, o algo similar, producido por arañas de la especie Linyphiidae, las cuales acostumbran emigrar dejándose ir al viento. Si este hubiera sido el caso, se hubieran registrado frecuentes chubascos de arañas depositadas por los vientos, más allá de estas telarañas, pero no fue hallada ninguna.
En el mes de agosto de 1894, los moradores de Bath, en Inglaterra, quedaron atónitos, con miles de pequeñas medusas que cayeron del cielo, llenando sus calles. El día 6 de junio de 1869, diminutos moluscos, similares a las babosas, se precipitaron desde el cielo sobre Chester, en el estado norteamericano de Pennsylvania. También en Estados Unidos, en 1877, se dejó sentir una lluvia torrencial acompañada de víboras, que casi es seguro, habían sido arrastradas por un intenso huracán. En 1859, el 9 de febrero, John Lewis, escribió: “Me atemorizó algo que me cayó encima… Me lleve la mano al cuello y descubrí que se trataba de pececillos. Entonces me percaté que todo el piso se hallaba cubierto por estos animales…”
Pero además, se han registrado otras asombrosas lluvias y tormentas, las cuales han dejado caer a la tierra más insólitos objetos, por ejemplo, piedras calientes en New Hampshire, en 1682; Sumatra, en 1903, y California, en 1922; huevos oscuros, en la ciudad de Puerto Príncipe, en Haití, en 1786, y gigantescos fragmentos de hielo, en Hungría, en 1802; la población hindú de Candeish, en 1928 y en el territorio escocés, en 1849.
Se dice que en 1503, se presentó una sorprendente lluvia de cruces, aunque las lluvias de peces son las que se han presentado con más frecuencia. En el medioevo, tales lluvias se explicaban, a través de la creencia de un gran mar en el cielo. El mencionado Charles Fort, propuso la existencia de un formidable Mar de los Sargazos en el firmamento, del cual caían todas estas increíbles lluvias. Las personas de la Edad Media pensaban que divinos navíos navegaban por este océano celeste. Mucha gente ha relacionado las lluvias de “pelo de ángel” con avistamientos OVNI.
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