En su magnífico ensayo “Nueva refutación del tiempo”, Borges escribió: “El tiempo es la sustancia de la que estoy hecho. El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es el tigre que me destroza, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego. El mundo, desgraciadamente, es real; yo, desgraciadamente, soy Borges”. Imposible permanecer inmune ante quien fue un tigre, un río, un fuego y quien, de vez en vez, se llamó Jorge Luis Borges.
Uno de los grandes de la literatura hispanoamericana, Borges exploró infatigable las bibliotecas y aproximadamente en 1923, cuando publicó “Fervor de Buenos Aires”, comenzó a reanimar el idioma español, enriqueciéndolo con una fina ironía y los secretos del ajedrez expresivo.
Hubo quienes lo tacharon de “extranjerizante” o lo consideraron, simplemente, como un acontecimiento sintáctico en la historia de las letras hispanoamericanas. En contra de estas opiniones, cabe reconocer en Borges a un narrador de excelencia, un elegante poeta, un creador de breves ensayos que nos acercaron a la más pura belleza, por medio de refinadas e inteligentes paradojas. Pero lo que más se debe advertir en Borges era la posesión de un estilo.
Para todos quienes se aventuran a la creación literaria, es muy difícil evitar ña tentación de imitar su sobriedad y elegancia expresiva, su conciso discurso de genialidades. Tal escritura permitió a Borges combinar todos los géneros literarios. Y así, un relato se presenta de pronto a manera de una reflexión estética; una breve ficción, como si fuese una imaginaria biografía; un cuento, como una aproximación filosófica a la eternidad, etc.
Además, Borges homenajeó a muchas tradiciones culturales: Oriente y Occidente; las de la Antigüedad Clásica y las de su propio tiempo; las literarias, científicas y religiosas. Se percibe como natural que el talante de Borges se decantara por temas como el origen y destino del universo, el azar, naturaleza profunda del tiempo, los secretos de la realidad y la identidad personal.
Algunos de sus libros clave son “Ficciones”, “El jardín de los senderos que se bifurcan”, “El aleph”, “El otro, el mismo” y “Otras inquisiciones”. Quien terminara en una hipotética isla desierta, a causa de un naufragio, no podría prescindir de ninguno de estos títulos, e incluso la total producción literaria de este genial escritor argentino.
Con Borges es complicado no solo aficionarse a sus obras, sino incluso a cada página que las compone, a cada frase que incluyen, las cuales siempre se resuelven de manera brillante. En Borges encantan el bosque, los árboles, las ramas y las hojas. Y felizmente para los lectores, siempre resulta accesible. Como escribió Juan José Arreola, autor mexicano y uno de los mejores discípulos del escritor argentino: “Lo primero que me trae a la mente el nombre Borges es la fantasía dentro de los límites de lo posible”.
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