Dejar de lado una etapa de la vida implica un cierto salto al vacío. En realidad no sabemos a ciencia cierta qué clase de seres devendremos con el paso de los años. Por supuesto, los moldes y cauces de lo instituido nos condicionan en gran medida a medida que crecemos. Pero a veces, algunas personas tienen tanta hambre de ser, que desbordan esos mismos cauces y se desenvuelven en su persona de maneras insospechadas. Nada nos obliga a crecer como personas de cierta manera: somos misterio disimulado en palabras que a veces recuerda su insondable esencia, con consecuencias insospechadas. El adiós a la infancia y la llegada de la pubertad, de acuerdo a lo anterior, tiene algo de azaroso, de vertiginosamente libre que atemoriza y fascina. Eso es lo que parece transmitirnos Nicoletta Ceccoli en sus sugestivas creaciones. El universo de esta artista visual parece compartirnos el lado oscuro de los cuentos de hadas.
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