Charles Fort, un famoso investigador norteamericano de lo paranormal, de principios del siglo XX, es considerado como el padre de la ufología. En su obra principal, el recopilatorio de sus teorías titulado “El Libro de los Condenados”, Fort desarrolló, entre otras sugestivas propuestas de pensamiento, la idea de que en la estratósfera, existen campos de materia orgánica gelatinosa y transparente, donde habitan seres vivos primitivos, como gusanos o ciertos tipos de peces. Independientemente de su extravagancia, vale la pena señalar una cierta poesía, en los intentos de Fort por presentar una interpretación del lado oscuro de lo real, entre el delirio y la genialidad.
Gusanos en el cielo
Lo que llama la atención de Fort, era el modo en el que actuaba en sus investigaciones, tratando de darle toda la objetividad posible a su fantasía. Recopilaba la mayor cantidad posible de notas y referencias, acerca de un fenómeno inusual y trataba de estructurar diversas explicaciones de estas evidencias en una “teoría” plausible. Lo importante aquí, es notar cómo la imaginación tiene un papel más relevante en la educación y la cultura, crisoles de realidad, de lo que comúnmente se piensa. No es tan relevante el que sean ciertas o no las descripciones del cielo agusanado de Fort, como lo que estas mismas teorías dejan traslucir acerca de la realidad, entendida desde un punto de vista sui generis, único y por lo tanto extremadamente valioso.
EBANIS, dudas y clamores
Recientemente se ha presentado un fenómeno curioso que parece estar ligado a las visiones de Charles Fort. Se ha avistado en diversas partes del mundo una especie de organismos tubulares que se retuercen en el firmamento. Dan la impresión de ser seres vivos y no objetos inanimados. Por lo tanto, se les ha bautizado como EBANIS (Entidades biológicas no identificadas). Muy similares a largos ramilletes de globos, los EBANIS, pueden expresar algo más allá de su dudosa presencia. El anhelo de descubrir vida en el cielo, es decir, en uno de los últimos lugares no explorados al cien por ciento por lo humano. El hecho de que sea un gusano alude a descomposición, pero también a una ardorosa esperanza de renovación. No importa tanto si los EBANIS son globos o no, sino quiénes son las verdaderas “entidades biológicas no identificadas”: esas criaturas que tienen todo el infinito para desplegarse, y en lugar de eso, no hacen sino dar vueltas sobre su propia descomposición, vagando hacia ningún lugar, disgregándose lentamente hacia el silencio. La cultura, la educación, y ahora el cielo, pueden ser los mejores espejos cuando uno se quiere ver en ellos.
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