Se propone una particular lectura de la obra "Hércules y la Hidra de Lerna", para exponer
el arte de Gustave Moreau, no como escapista, sino como un acercamiento reflexivo a la
realidad.
Es en el periodo correspondiente al postimpresionismo cuando
irrumpe el simbolismo en la pintura. No obstante, el término aparece mencionado
por vez primera en 1886, en el famoso diario Le Fígaro, relacionándolo a temas
literarios. Es hasta un año después cuando se le usa con referencia a una
pintura de Gauguin. Las tendencias iniciales del simbolismo pueden rastrearse
en ciertas ideas derivadas del romanticismo y en especial, de la reacción
antiimpresionista impulsada por Gauguin.
El simbolismo tal y como lo conocemos, partió, por lo
consiguiente, de cierto movimiento literario que, de acuerdo el Manifiesto
simbolista de Jean Moréas, tenía a Baudelaire como su iniciador y a Stéphane
Mallarmé y a Paul Verlaine como sus máximos exponentes. A las tertulias
llevadas a cabo en la casa de Mallarmé asistían literatos y artistas como
Edvard Munch, Odilon Redon y Paul Gauguin.
Un artista visionario
La obra de Gustave Moreau (1826-1898) está considerada como
la más representativa de esta corriente estética. En general se considera que
las pinturas de Moreau- así como todo el simbolismo- seguían una tendencia
escapista, tratando de alejarse del racionalismo y evadirse de la realidad, por
medio de una perspectiva erótica de tópicos seleccionados de la Biblia, la mitología
y la gran literatura.
Moreau, a través de su estilo exótico y voluptuoso era capaz
de realizar tanto obras rebosantes de lirismo, como pinturas aterradoras y
funestas. Desde una perspectiva psicoanalítica muchas de estas últimas
composiciones aluden al sexo culpable o insatisfecho. En todas ellas, Moreau
exponía una técnica privilegiada para crear mundos ricos y solemnes colmados de
símbolos: jóvenes gallardos, mujeres hermosas y destructoras, criaturas que se
fundían con el entorno y joyas preciosas. Por esta predilección por el arabesco,
Gauguin calificaba a Moreau como un auténtico orfebre.
Moreau tenía una afición por lo bizarro y ello influyó en su
particular estilo, técnica y temáticas elegidas. Se decantaba principalmente
por imágenes de mística intensidad, en donde se hacía referencia a culturas
ancestrales, civilizaciones desaparecidas y seres mitológicos, abordados con
una exquisita sensualidad y haciendo uso de pintura incrustada e imitaciones de
joyería.
Arte y mitología
En la pintura "Hércules y la Hidra de Lerna" (1876),
Moreau representa, muy a su estilo, una de las hazañas del héroe mitológico. La
Hidra, engendro de muchas cabezas, asolaba la región de Lerna. El poderoso
Hércules, para cumplir con uno de sus trabajos, tenía que vencer a tan temible
monstruo. De inicio, Hércules combate sin éxito ante la bestia. Al final y con
el auxilio de su amigo Yolao, el héroe logra abatir a la Hidra. Posteriormente,
Hércules aprovecha para mojar sus saetas con el veneno de la sangre del
monstruo vencido.
Las lecturas tradicionales de esta obra de Moreau, ponderan
el fondo luminoso que se exhibe en el lienzo, como símbolo de vida y en
contraste con el ámbito fúnebre del primer plano, en donde abundan las
referencias a la muerte. Así también, desde esta perspectiva, es resaltable la
presentación que hace Moreau de Hércules, no como el coloso de la tradición
escultórica helenística, sino con una apariencia juvenil que simboliza el
triunfo del alma y la gracia, más que una voluntad impositiva.
La tarea del héroe
Aquí se propone una lectura distinta acerca de "Hércules
y la Hidra de Lerna", desde una perspectiva filosófica, orientada a exponer el
arte de Moreau, no como una intención escapista, sino como una verdadera
tentativa de conocimiento y comprensión reflexiva de la realidad. Para
interpretar el sentido de esta obra desde la perspectiva mencionada, vale la
pena evocar al existencialista católico Gabriel Marcel.
De acuerdo a este filósofo, las personas pueden afrontar los
eventos de la realidad desde dos perspectivas distintas: como problema o como
misterio. En el primer caso, un problema se le presenta a alguien de un modo
objetivo, y así, puede ser resuelto independientemente de la acción de tal
persona.
Ese individuo no es más que un espectador frente al problema. Ese es
el esquema que siguen los problemas de la ciencia, en donde la solución es
la misma e invariable, sin que importe quién lo resuelva.
Siguiendo a Marcel, por encima del anterior planteamiento se
ubica el del misterio. En este caso, se trata de una cuestión en la que la
persona se encuentra vinculada a los mismos datos del misterio por resolver.
Ya
no resulta indistinto quién sea el que intente dar con la solución del
misterio. En este tipo de eventos de la realidad, el ser humano, el
hermeneuta, se encuentra implicado, comprometido, su ser es inherente a la
cuestión, al enigma por resolver. Este sería el modelo propicio para las artes
y las actividades del espíritu. De tal suerte que, según Marcel, ante un
misterio, lo mejor que se puede hacer es, en primer lugar re-conocerlo, y
posteriormente, tratar de aproximarse a él cada vez más y más, con recogimiento
y voluntad reflexiva.
Con su obra "Hércules y la Hidra de Lerna", Moreau podría
ilustrar adecuadamente esa noción filosófica comentada. De inicio, el héroe, de
acuerdo al mito, no pudo vencer al monstruo, acaso por intentarlo de una manera
convencional, por abordarlo como si fuera un problema. En la escena
representada por Moreau, Hércules lo que está haciendo es aproximarse a la
bestia, no como si fuera un problema, es decir, bélicamente, sino más bien, de
acuerdo al enigma que le propone: de manera reflexiva, a través del
recogimiento y la inteligencia. Al final, esta postura ante el misterio
derivará en la comunicación- cuyo símbolo sería el apoyo de Yolao- y la
victoria de Hércules. Pero este evento, además, le ha dejado una enseñanza
al héroe- y al espectador- ya que tal forma hermenéutica de abordar la
realidad, ha motivado un re-conocimiento: una ganancia de realidad comprendida
en el ser propio. Eso queda simbolizado en las flechas que Hércules moja con la
sangre de su enemigo derrotado: ahora el enigma y su fuerza vital forman parte
de él.
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