Lo que ignoramos es más trascendente que lo que conocemos. No quiere decir que sea más útil o que produzca algún beneficio. De hecho no produce nada. Y sin embargo, es condición ineludible para toda instauración humana. Nada puede tener sentido sin ese mar de lo ignoto que se despliega al final de la última teoría o planteamiento científico. Y no obstante, es imposible acercarse a ese enigmático telón de fondo de la realidad sin alterarlo de algún modo u otro. Lo que se desconoce no puede ser conocido sino solamente reconocido y asumido en su justo valor.
Una axiología postmetafísica puede ser la pauta para una pedagogía del siglo XXI que devele misterios, mientras propicia nuevos enigmas. Saber es tan importante como ignorar profundamente. Y si educar científicamente es aprender a vivir, aprender hermenéuticamente es un aprehender reviviendo, las formas de liberar los misterios gestadores de la realidad.
Esta reflexión la podemos ilustrar con una singular interpretación de la obra del pintor Paolo Veronese, titulada “La Anunciación”.
Mensaje de otredad
En esta preciosa pintura de tintes clasicistas, se puede apreciar una representación del conocido pasaje bíblico, acerca del aviso que le da un mensajero celestial a María, de su inminente y divina maternidad. el Veronés ubica a sus figuras graves y elegantes, llenas de luz, en un ambiente de monumentales arquitecturas clasicistas.
Y en medio de todo ese ambiente colosal destacan las figuras en los extremos de la paloma del Espíritu Santo en el superior, y un perro diminuto en el inferior. ¿Qué nos puede expresar esa dicotomía manejada por Paolo Veronese?
Valorar educando
Posiblemente el nexo- el rayo de luz- que vincula a lo divino- la paloma- con lo humano- el perrito- es que ambos comparten la diferencia absoluta que tienen con respecto a la inmensidad que los rodea y que les da sentido. Los humanos ante el universo inmarcesible sólo pueden profundizar en su infinito, valorando aquello que les puede hacer vivir mejor y preservar su diferencia, lo que los distingue en ese caos indiferenciado.
El rayo de luz de la paloma divina la vincula con el terrenal perrito, como dando a entender que ambos no son más que una vela tratando de alumbrar un firmamento sin estrellas. Educar es valorar, valorar es educar: tal es la dialéctica que sin hacernos llegar a ningún destino, nos abre todos los posibles.
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