domingo, 15 de junio de 2014

Evocación de la Gran Muralla China

Una de las maravillas de la humanidad, la Gran Muralla China, se dice que es de los pocos objetos que pueden ser contemplados desde el espacio. Sorprende que una construcción que tenga como esencia separar, tomar distancia, escindir, sea nuestra carta de presentación ante el cosmos. Pero entonces, el silencio de los demás astros ante nuestros empeños acaso sea más que elocuente.


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Chang Cheng, la larga fortaleza. Tal es uno de los apelativos con los que fue conocida esta construcción monumental. En el periodo comprendido entre los siglos V a. de C. y XVI de nuestra era, fue erigida y modificada para que sirviera como un escudo del imperio chino, ante las acechanzas de los nómadas mongoles y las hordas guerreras de la Manchuria. Posiblemente la muralla por sí misma, no fuese más que un escollo a superar. Tal vez la verdadera protección consistía en hacer comprender que, desde cierta perspectiva, las más grandes empresas humanas no son más que nimiedades: hormigas danzando antes de que cualquier temporal llegue y arrase con todo: polvo en el viento.

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Sin considerar sus ramificaciones accesorias, la Gran Muralla China alcanzó, en cierto momento, un total de seis mil cuatrocientos kilómetros desde los límites con Corea, y hasta el desierto del Gobi, a lo largo de una trayectoria que boceta la frontera de China con Mongolia. No obstante, hoy solo se conserva el treinta por ciento de la construcción original. (Sin embargo, es posible imaginar que esta titánica elaboración nunca ha dejado de construirse y que el mundo mismo desde cierto instante, es solo una prolongación de este empeño por crear una separación y olvidarse luego de donde está el afuera o el adentro. Hoy en día sabemos que alguien se quedó del otro lado de la Muralla, y que nos llama desde el otro lado con una voz que nos es resulta terriblemente alumbradora: ecos agitados en un espejo de piedra.

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En su época de mayor apogeo, durante la dinastía Ming, la Gran Muralla china fue vigilada por más de un millón de centinelas. Poco a poco las querellas entre las naciones llegaron a su fin: nuevas actividades ocuparon la atención de los hombres. China volteó el rostro a Occidente y comenzó una nueva aventura. Pero los centinelas siguieron allí y paulatinamente, ante el olvido general, fueron integrándose a la muralla. Pero con la salvedad de que (este heroico tesón)  es la única parte de la construcción que si bien no puede ser vista desde el espacio, ella sí que apunta al cielo, para toda la eternidad.

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