Una vez que Freud escribió su testamento intelectual, donde dejaba claro quiénes eran sus herederos y lo que esperaba de ellos, en el ámbito del psicoanálisis se presentó una auténtica “guerra civil”. De esta confrontación de ideas, salieron triunfantes los ortodoxos, es decir, aquellos seguidores de Freud que estaban convencidos acerca de que, el estudio de la conducta humana, debía enfocarse desde un enfoque sexual. Y así, la neurosis está condicionada por el sexo, pero también las artes, la dicha, el humor e incluso la religión. No fue esta la visión de uno de los alumnos más brillantes de Freud: Carl Gustav Jung.
Del grupo de los más heterodoxos, Carl Jung fue, si no el más avezado, sí el que ofrecía la visión más original acerca del psicoanálisis. Jung nació en 1875 y está considerado como una de las figuras más interesantes del psicoanálisis. Creció estudiando las teorías de Freud, se aventuró en la exploración del inconsciente, aunque no tardó demasiado en fundar su propia escuela. En 1909, en tanto que el maestro daba a conocer sus estudios en los Estados Unidos y conseguía la admiración generalizada, Jung comenzó a cuestionar que la neurosis partiera forzosamente de un conflicto acontecido en la infancia.
Tres años más tarde lanzó una audaz y herética (para los freudianos) propuesta. ¿No sería posible que la neurosis también se originara en la adultez?, esto es, ¿Sería factible que no se relacionara con el sexo y sí se correspondía a una gran variedad de sentidos? ¿Era posible que el inconsciente ocultara algo más? ¿Era plausible que el inconsciente mismo tuviera un inconsciente?
El psicoanálisis apegado a Freud tiende a dar una explicación de la conducta humana partiendo de un conjunto de contenidos que se adquieren de manera empírica. Por ello, los seguidores más fieles de Freud se alarmaron de la más bien “mística” propuesta de Jung. De acuerdo a este último, debajo del inconsciente existe un substrato donde yace toda la memoria biológica, espiritual y cultural de lo humano. Tal substrato es el inconsciente colectivo, para Jung un verdadero tesoro que nuestros antepasados nos heredaron por vía genética.
Ahora bien, ¿Existe alguna prueba de lo anterior? Para Jung, la respuesta es afirmativa. Los mitos- esas narraciones que han surgido desde un origen humano o divino de una cierta costumbre, una norma social, un ritual, o una tradición religiosa- se repiten invariablemente sin verse alterados por cuestiones geográficas o epocales. Las temáticas de los mitos son del dominio común y le dan forma a nuestros más profundos deseos. Jung les nombró como “arquetipos”. Para Jung, somos lo que alguna vez fuimos, en cualquier lugar, en cualquier tiempo, incluso antes de no haber sido más que un sueño.
En sus investigaciones, Jung se acercó a la alquimia, las mitologías orientales, la filosofía oculta y las tradiciones mitológicas de Occidente. Falleció en 1961 señalado por los freudianos de “oscurantista”. Fue un hombre del siglo XX, con el alma de un hombre renacentista del siglo XVI.
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