martes, 7 de mayo de 2013

Horizontes reflexivos del arte moderno




“El artista moderno, en mi opinión, trabaja y comunica un mundo interior; en otras palabras, expresa la energía, el movimiento y otras fuerzas internas.”

Jackson Pollock

A partir de esta consideración por parte de Pollock, puede pensarse que, más allá de una sola realidad, existe una serie de estructuras vivenciales superpuestas. La dimensión pragmática de lo humano resulta imprescindible, en efecto, pero en cierto punto, sofoca a los demás espacios de experiencia vital. Por lo consiguiente, la tarea del artista consiste en traspasar esta capa constreñidora de lo utilitario, y hacer patente la libre manifestación de instintos y pulsiones que nos animan, allende la cotidianidad. Como quiera que sea, estas fuerzas, a su vez, también expresan y comunican. El espectador se ve involucrado en la interpretación de esa multiplicidad azarosa de motivos que se le presentan. Por lo tanto, el expresionismo abstracto, el arte como lo propone Pollock, nos recuerda, no solo como pueden ser las cosas, sino además, la vinculación interactiva que implica participar de su espacio y brindarles sentido.


“La creencia de que la naturaleza es caótica y que el artista pone orden en ella es, en mi opinión, un punto de vista muy absurdo. A lo máximo que podemos aspirar es a poner orden en nuestro interior. Es lo que sucede cuando un hombre traza su camino en el momento adecuado.”

Willem de Kooning

De Kooning pondera no tanto el mundo y sus espacios secretos, sino la interioridad de quien lo experimenta. Se trata de un agnosticismo estético de notables consecuencias. De Kooning considera que no se puede hablar de cómo son los objetos más allá de cómo se los perciba, por lo tanto, lo que cabe hacer desde el punto de vista del arte, es expresar su impronta en la conciencia de quien los capta y tratar de profundizar en tal manifestación con una voluntad ordenadora, es decir, proclive al entendimiento. En este sentido, lo principal en las obras de De Kooning son sus protagonistas: seres distorsionados y abruptos, y no el espacio en donde se desenvuelven. Esta pauta nos señala que el arte, aun el más radical y desenfrenado- pero sincero- puede estar imbuido por una intención humanista y religante.



“¿Cuál es la explicación del impulso aparentemente insensato del hombre a ser pintor o poeta si no es un acto de desafío contra la caída del hombre y una declaración de que vuelve al Jardín del Edén de Adán y Eva? Porque los artistas son los primeros hombres.”

Barnett Newman

Cuando alguien se percata de la realidad por primera vez, este espacio ya se encuentra establecido de antemano. Por lo tanto, al viviente no le queda más que asumir esta condición y procurar adaptarse a las formas en las que las cosas se conducen. Sin embargo, de acuerdo a la consideración citada por parte del artista Barnett Newman, existe una manera de evadir, aun cuando sólo sea desde la vivencia estética, esta obligada condición existencial. La clave está en dejar de visualizar los objetos de la experiencia del día a día de una manera convencional, es decir, de acuerdo a las palabras que las definen- que las angostan- y liberarlas en nuevas formas expresivas. El propio Newman pone la muestra: sus bellas composiciones únicamente incluyen franjas de colores puros y nítidos en grandes lienzos. Se trata de una especie de abstracción mística, capaz de motivar en el espectador una apertura a la espiritualidad. Las pinturas de Newman, vastas y coloridas, acaso intentan reproducir en quien las contempla, el vértigo del primer ser consciente, al percibir la realidad, en su pureza, justo antes de nombrarla por primera vez.



“¿Qué es el azul? El azul es lo invisible convirtiéndose en visible. (…) El azul no tiene dimensiones. “Está” más allá de las dimensiones de las que beben otros colores.”

Yves Klein

Una de las características de lo humano es su capacidad para individualizar. A diferencia de lo que sucede en la naturaleza, en donde casi todo tiene una tendencia a la homogeneidad, algo de lo que distingue a los seres humanos es una voluntad a separarse de lo que lo rodea y dejar constancia de esa particularidad: su propio ser. Pero he aquí que mientras que las cosas están constreñidas a cómo se las perciba, quien existe, por su capacidad expresiva, puede asumir ciertas formas a través de las cuales desea que se le re-conozca. En el caso del artista Yves Klein, su forma predilecta es el azul. Esta tonalidad, de la cual se apropió estéticamente, resulta, acaso, una metáfora de la manera en la que la conciencia del artista surge, se gesta del ser común para manifestarse como una presencia única, pensante y creadora. Un azul como el cielo: abierto a todos sí, pero también en donde cada uno encuentra su propia y posible infinitud.


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