Por +Aline Chapa /Adaptación +Jesús Ademir Morales Rojas
La controvertida manifestación estética del Body Art, esa que se cultivó en Europa durante la segunda mitad del siglo XX, se concentró en lo corporal, en tanto que principio de individuación, es decir, aquello que nos separa de otros hombres, otros como “yo”, pero que a la vez, se perfila como principio de comunión humana. Esto resulta fundamental, puesto que tal expresión de arte, no se limitó a términos sexuales, sino más bien, simbólicos.
La controvertida manifestación estética del Body Art, esa que se cultivó en Europa durante la segunda mitad del siglo XX, se concentró en lo corporal, en tanto que principio de individuación, es decir, aquello que nos separa de otros hombres, otros como “yo”, pero que a la vez, se perfila como principio de comunión humana. Esto resulta fundamental, puesto que tal expresión de arte, no se limitó a términos sexuales, sino más bien, simbólicos.
Y así, la principal influencia que tuvo el arte corporal europeo fue el Accionismo Vienés (Brus, Mühl, Nitsch y Schwarzkogler). Estos creativos incidieron en los aspectos profundos de la existencia individual y colectiva. O como lo detalla Anna María Guasch: “…en el sufrimiento físico y en las prácticas masoquistas o sadomasoquistas no exentas de un cierto misticismo, el cual hunde sus raíces en a doctrina cristiana de la redención humana a través del dolor y de la mortificación del cuerpo, y en la plasmación artística de ésta, en los cruentos suplicios, martirios y muertes de santos, y de la pasión y crucifixión de Cristo.”
De acuerdo al estudioso Simón Marchán, esta tendencia podría estar relacionada en la trayectoria histórico-pictórica de los lisiados del Bosco, el Saturno de Goya, las iconografías de martirios, etc., todo lo cual evoca a sociedades en donde era habitual la deformación punitiva del cuerpo y otras prácticas igual de cruentas. Marchán denomina a esta línea expresiva como “Body Art antropológico”.
De entre las manifestaciones más relevantes del Body Art- desde esta perspectiva antropológica- sobresalen obras como Messe pur un corps de Michel Journiac, quien ofreció a los asistentes de su galería una hostia cocinada con su sangre, para llevar a cabo, de una manera simbólica, una defensa de las personas marginadas por la sociedad. O bien, la obra Escalade non anesthésiée de Gina Pane, quien subió por una escalera con aristas metálicas añadidas, para así lacerar voluntariamente sus pies descalzos y sus manos.
Pane intentó de este modo, denunciar los riesgos sociales que amenazan al mundo, el cual parece anestesiado y ajeno por completo de la enajenación de la que es presa. De hecho, la obra entera de Pane esta colmada de consideraciones acerca de lo sagrado y el misticismo de la carne. Las heridas y sufrimientos experimentados en sus performances aspiraron a simbolizar el sufrimiento de los demás, del “otro” como “yo”.
Otras propuestas, un tanto menos violentas, pero igual de intensas, fueron las de Vito Acconci, Dan Graham y Marina Abramovic y Ulay, los cuales realizaron experimentos artísticos también relacionados con la experiencia del “otro” desde la propia subjetividad. En su performance, "Association Area", Acconci experimentó con dos personas que trataban de igualar sus movimientos sin poder verse una a la otra, sino por pura intuición. En esta misma vertiente, se ubicó la obra de Graham, "Two correlated rotations".
Por su parte, Abramovic y Ulay experimentaron al límite, con el contacto físico y psicológico- pero no sexual-, llevando sus cuerpos a extremos de resistencia, tanto activa como pasiva. Por ejemplo, ellos se sentaron uno frente a otro a una larga mesa, mirándose fijamente a los ojos, permaneciendo así tres días completos; en otro performance, permanecieron 18 minutos boca contra boca, respirando el mismo aire, llegando al borde de la asfixia. Al final, con estos experimentos, Abramovic y Ulay invitaron a la reflexión de que se debe entender el límite de los otros, no sólo el mío.
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