El filósofo austriaco Paul Feyerabend (1924-1994), con su anarquismo epistemológico, fundamentado en audaces planteamientos, enfrentados directamente a la ortodoxia filosófica de su tiempo, demostró cómo era plausible elaborar, no sólo un modelo teórico de la ciencia, sino mejor aún, cómo participar de una alternativa personal para motivarla, para comprenderla; más humana y digna para todos.
Ciencia libre
¿Será posible entender el desarrollo de los avances científicos, esa rigurosa trayectoria de descubrimientos teóricos y tecnológicos, como si fuese más bien una azarosa ruta de inspiraciones poéticas o artísticas? ¿La teoría de la evolución de Darwin, cual si fuese un cuadro de Botticelli? ¿Los planteamientos de la física cuántica como un soneto amoroso de Shakespeare? Si se pudiera asumir seriamente una perspectiva tan aventurada, entonces el mundo entero y sus manifestaciones cobrarían un nuevo sentido: la realidad se abriría a la ciencia como un enigma infinito y motivante, en donde la lógica y los sentimientos se hermanarían en un vínculo indisoluble.
Epistemología
Grandes pensadores se han abocado a teorizar acerca de los modos en que la ciencia funciona y produce, es decir, la estructura interna de todo descubrimiento científico- sus condiciones de posibilidad- a través del cultivo de la epistemología (del griego episteme, es decir, “saber”). Uno de los más importantes epistemólogos, el más influyente quizá, fue el austriaco Karl Popper (1902-1994). Popper defendía a ultranza un racionalismo crítico, es decir, un modelo de la ciencia en donde la razón se ocupaba de analizar y descartar teorías de acuerdo a severos lineamientos, falseándolas, para así hacerse, al final, con la más aceptable.
Feyerabend anarquista
Sin embargo, uno de sus alumnos más aventajados, su compatriota Paul Feyerabend, se opuso tenazmente a las propuestas teóricas de Popper, y concibió, por cuenta propia, una toma de posición irreverente, arriesgada y genial, acerca de la ciencia y la tecnología. Esta propuesta generó enorme interés (y también apasionadas polémicas) cuyos ecos aún determinan en mucho, el modo en el que se conciben estos tópicos, tan relevantes en el mundo de hoy.
Feyerabend defendió un singular anarquismo, en donde se posicionaba en contra de que existieran criterios definitivos de racionalidad en cualquier campo, aún en el de la ciencia. Para él no hay principios universales de racionalidad científica; el desarrollo de los conocimientos es, en cada momento, único y particular; puesto que no respeta una trayectoria determinada con antelación. Feyerabend destacó la importancia de la espontaneidad en la ciencia, y sostuvo que una combinación de crítica y tolerancia, de sus propias limitaciones y sus defectos, aunadas a una inalterable libertad, son los mejores componentes de una ciencia productivo -creativa.
Todo vale
Con un fresco estilo combativo, Feyerabend afirmó que la idea de “ciencia”, se ha transformado radicalmente muchas veces en su historia. No sólo los estándares científicos son peculiares a ciertas condiciones sociales e históricas, sino que, además, es preferible dejar a un lado toda tentativa de evaluar una teoría, comparándola con otra, para encontrar cuál es la mejor (que es la postura de Popper). El único principio universal en la ciencia, propuesto por Paul Feyerabend, es su propia divisa: todo vale.
Una y todas las voces
Para Feyerabend, la ortodoxia científica y el arte; el método científico y los discursos mítico-mágicos, tienen más en común de lo que los defensores de la idea de progreso están dispuestos a aceptar. Feyerabend pondera que la ciencia no es más que una de las tantas formas de expresión y comunicación que los seres humanos han concebido, y que por cierto, no es en definitiva, la mejor, ni la más conveniente en todos los casos. Hay que evaluar su pertinencia, sus provechos y consecuencias, hay que enriquecerla con otros modos de pensamiento, diferentes en cada ocasión.
Con planteamientos epistemológicos al nivel de los de los de Thomas Kuhn; con un talante tan propositivo y abierto como el de Michel Foucault, o los de los pensadores hermenéuticos contemporáneos, Paul Feyerabend pareciera expresarnos, con su labor, que en toda empresa debe prevalecer siempre la pluralidad y la tolerancia, porque esto favorece, más que nada, la escucha de todas las voces que componen el gran coloquio del mundo. Y todas las voces dicen algo de él, es más, cada una puede decirlo todo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario