miércoles, 4 de junio de 2014

Laocoonte para la educación

Ciertas figuras de la cultura clásica merecen ocupar un lugar preponderante como motivadores de cualquier intención pedagógica. Y es que, estos personajes, propios de la antigüedad grecolatina, poseen un enorme valor simbólico- de trascendencia hermenéutica-, lo que les dota de una vigencia permanente y de gran pertinencia para cualquier circunstancia. Un ejemplo de ello lo tenemos en la estampa de Laocoonte, un sacerdote troyano que aparece inscrito en la tradición mitológica griega. Veamos a continuación, de qué manera su evocación puede resultar de gran valía inspiracional para cualquier proceso de enseñanza.



Una hermosa composición

Laocoonte es un personaje célebre por sus referencias en los textos clásicos y por el conjunto escultórico que se descubrió en los días del renacimiento, y que fue elaborado por Agesandro, Polidoro y Atenodoro. En esta obra, actualmente en el Vaticano, se puede contemplar el momento en el que el sacerdote troyano- quien se oponía a que su pueblo recibiese el famoso caballo de madera obsequiado por el ejército griego- es atacado junto con sus hijos, por unas monstruosas serpientes divinas.

La belleza de esta escultura, motivó en mucho la perfección que alcanzaron los artistas italianos del Renacimiento. E incluso, su noble manufactura, inspiró un importante ensayo sobre el arte en general, que realizó el alemán Lessing. Sin embargo, lo que deseamos ponderar aquí, es el poderoso simbolismo que nos arroja desde el punto de vista de la intención de la enseñanza escolar en general.

La integridad del docente

Laocoonte se pronunció en contra de lo que la mayoría proclamaba como lo más adecuado, apoyándose en su sabiduría y buen juicio. Los griegos habían construido el caballo de madera como una estrategia para internarse en Troya, para así poder tomarla por sorpresa y derrotarla. Laocoonte tuvo que soportar el designio caprichoso de las potencias olímpicas, acerca de la perdición de Troya, y padecer el ataque de las sierpes marinas del que se hizo merecedor por haber manifestado lo que la prudencia y la razón le dictaban.

Todo maestro debería seguir su ejemplo y valorar por encima de todo, de cualquier interés ajeno al estrictamente pedagógico o didáctico, la enseñanza libre y pura, racional y abierta. El esfuerzo físico de Laocoonte, su vehemente y trágica postura ante la violencia de las bestias que lo constriñen, junto con sus vástagos, debe hacernos pensar, en todo momento, en la firme constancia y la voluntad sin menoscabo que debe exponer cualquier docente, de acuerdo a su integridad como educador, sin más ni menos.

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