lunes, 2 de abril de 2012

La Academia platónica florentina

El redescubrimiento de Platón en la Florencia del siglo XV, le devolvió la vitalidad al pensamiento occidental, colmándolo de belleza y humanismo. En la célebre obra La Escuela de Atenas, de Rafael, que se encuentra en la Estancia de la Signatura del Vaticano, se puede observar a Platón y Aristóteles en animada conversación. Mientras Platón señala hacia lo alto, Aristóteles por su parte, señala hacia abajo. El objeto de su charla parece abordar una disyuntiva capital en la historia de la filosofía. 


Este fresco (elaborado entre 1508-1511) nos brinda una sugestiva síntesis pictórica de las perspectivas características de dos importantes pensadores griegos, los más relevantes de la antigüedad. Esta vinculación hubiera sido imposible hasta antes del siglo XV, puesto que no fue hasta entonces cuando aconteció algo portentoso desde el punto de vista cultural: el redescubrimiento de Platón.


Las ideas de este filósofo se dieron a conocer en la Florencia renacentista gracias a la Academia platónica y a las ideas de Marsilio Ficino. Aristóteles nunca había dejado de estar vigente, y su maestro solo pudo equipararse con él, en los paradigmas renacentistas, cuando por fin fueron atendidas sus doctrinas a  través de nuevas interpretaciones.

Maestro de maestros

Platón vivió en Atenas durante el siglo V a.C. Fue discípulo de los pitagóricos, quienes concebían al cosmos como una arquitectura matemática. Platón siempre reconoció una vinculación entre la música y los números: los planetas y demás cuerpos celestes eran para Platón, objetos que se habían separado de acuerdo a ciertos ritmos, similares a los musicales: una melodía divina le daba sentido a todo. De acuerdo a Platón la realidad que contemplamos día con día no es más que la sombra de la realidad verdadera, la de las causalidades ultra-terrenas y de la música cósmica. Únicamente aquellos con la sensibilidad y capacidad de contemplación suficientes, pueden conocer al ámbito de las armonías puras, el mundo de las Ideas.



Cambio de rumbo

A lo largo de la Edad Media, las ideas de Platón fueron olvidadas, así como también el estudio del griego antiguo. Además de las citas de los escritores latinos, únicamente se tenía conocimiento de una versión en latín del diálogo Timeo, dedicado a las matemáticas. Por otra parte, Aristóteles se distanció de las enseñanzas de Platón, al considerar factible que el ser humano pudiera comprender la mecánica profunda del universo, por medio de los sentidos y de la lógica. A diferencia del pensamiento de Platón, la filosofía aristotélica no era contemplativa sino pragmática, analítica y autónoma. Las doctrinas de la Iglesia a lo largo del Medioevo, estaban fundamentadas en las categorías propuestas por Aristóteles.

Sin embargo, esa misma pasión de las escuelas teológicas medievales por los silogismos lógicos- tan intrincados y rigurosos que solo pueden compararse con los lenguajes de programación de la informática de nuestros días- ahogaron al pensamiento filosófico de la Edad Media: su visión del universo se sofocó en un dédalo de espejos, en su tentativa por develar la mecánica profunda del ser.

Respiro cultural

El pensamiento de Platón volvió a dinamizar la cultura occidental en la ciudad de Arno, en los inicios del siglo XV. En ese entonces, el griego Manuel Crisoloras fue invitado a dar unas lecciones en la universidad de Florencia. Entre los entusiastas escuchas de estas conferencias, se encontraba Cosme de Médicis. 

Además, este joven, perteneciente a la poderosa familia florentina, también frecuentaba otro grupo cultural, que se había formado en torno a la figura de Ambrogio Traversari, y que se reunía en el convento de Santa María degli Angeli. Ellos también se interesaban en la reflexión filosófica, y Traversari, miembro de los monjes camaldulenses, era una de las pocas personas de aquel entonces que sabía griego y latín. Precisamente en esos años, el monasterio de Camaldoli, ubicado en las cumbres de Casentino, se había transformado en un taller de traducción de autores de la antigüedad clásica.



Cuando Cosme de Médicis heredó la fortuna de su padre, Giovanni de Medicis, en 1429, abandonó sus estudios, pero no su amor por la cultura, puesto que a partir de entonces fungió como mecenas de importantes intelectuales humanistas, como Poggio Bracciolino y Niccoló Nicoli. Ellos, gracias al apoyo de Cosme de Médicis, se abocaron a la búsqueda y rescate de textos clásicos en las bibliotecas de los monasterios de todo el continente europeo.

Platón en Florencia

Cosme de Médicis tuvo la idea de hacer resurgir la Academia de Platón en la bella Florencia. Esto sucedió en el marco del concilio de Ferrara-Florencia, pero el proyecto no pudo avanzar hasta la década de 1460. Para encabezar su plan, Cosme de Médicos eligió a Marsilio Ficino, hijo de su médico personal y alumno del mencionado Traversari. Ficino comenzó entonces a traducir a Platón y a organizar la nueva Academia. Poco a poco fueron traducidas al latín, obras como los Himnos de Orfeo, los libros de Hermes Trimegisto y los oráculos de los caldeos. En 1464, Marsilio Ficino inició la traducción de los diálogos platónicos. Cosme de Médicis, poco antes de fallecer, pudo escuchar por fin las enseñanzas de Platón, gracias al trabajo de Ficino. Emotivo momento fue ese en el que Cosme pudo afrontar su muerte, emulando la entereza de Sócrates en similares circunstancias, merced a los textos que le leían frente a su lecho, los miembros de la Academia florentina.



Belleza ideal

La Academia platónica florentina no tenía un edificio sede: sus reuniones se llevaban a cabo en las varias villas que poseían los Médicis en las hermosas colinas que rodean a Florencia. Es difícil calcular la cabal relevancia del redescubrimiento de Platón en la Florencia del Quatrocentto, en especial por la influencia que tuvo en el arte. Por ejemplo, las obras del gran Botticelli tienen su interpretación más profunda, de acuerdo a las nociones del platonismo y del neoplatonismo de Ficino. Sin embargo es en otro artista destacado de este tiempo, Piero della Francesca, en donde las ideas de la Academia platónica florentina, parecen concretar su máxima expresión. La tranquilidad sublime de sus figuras, y su sabio distanciamiento, las perfila como "ideales" en un pleno sentido platónico.


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