Para los chinos antiguos, la realidad estaba tejida por una red invisible de causalidades, una retícula armónica y perenne en la que se gestaban todos los acontecimientos. Utilizando ciertos medios mágicos era posible leer esa cubierta, descifrar el ritmo de los eventos para poder anticipar su acaecer. Tratar de adivinar lo que aún no ha sido, en lo que ha devenido ausencia, es un afán milenario que parece repetirse en culturas totalmente distintas. Para los chinos antiguos, por ejemplo, la realidad estaba tejida por una red invisible de causalidades, una retícula armónica y perenne en la que se gestaban todos los acontecimientos.
Utilizando ciertos medios mágicos, era posible leer esa cubierta, descifrar el ritmo de los eventos para poder anticipar su acaecer. Pronto veremos que el sentido de ese texto de causas, solo podía promoverse desde un lugar no cubierto por el mismo, no enunciado, libre y misterioso: la casa del silencio. Varias culturas coinciden con la china en ese aspecto; las de los indígenas de Mesoamérica, son algunas de ellas.
Los huesos oraculares
La realeza antigua china era la única que podía practicar los ritos de adivinación. En ellos se procedía de la siguiente manera: a un hueso o caparazón en donde se inscribía la fecha y el nombre del adivino, se le untaba sangre. Luego se le añadía la consulta a realizar, generalmente dirigida a los antepasados, un motivo religioso característico de la cultura china.
Posteriormente se calentaba el hueso hasta que se fragmentaba. La forma de la rotura era en donde podía leerse la respuesta. El conjunto de esta ceremonia era dedicado al gran dios Shagdi, una deidad invisible, a la cual solo podía aludirse por medio de una tableta en donde estaba escrito su nombre.
La lectura del maíz y del agua
Por su parte, los sacerdotes prehispánicos de México, acostumbraban adivinar sucesos del porvenir arrojando granos de maíz al aire, soltando ramilletes de varitas en el suelo, u observando las ondas en el agua. También la interpretación de los sueños, o de trances producidos por diversos alucinógenos, era muy común en Mesoamérica.
La deidades patronas de este tipo de actividad eran Oxomoco y Cipactonal, las dos facetas, masculina y femenina de presencias inefables de ultratumba. Lo significativo aquí, es el deseo compartido por chinos e indígenas mesoamericanos, por explicar las cosas del mundo (los problemas humanos), por medio de objetos de la vida cotidiana, de lo más material y concreto (huesos, caparazones, agua, maíz, palos) interpretados por medio de una lectura desarrollada desde “fuera” del mundo y por lo tanto en claves de otredad pura (sueños, delirios, mensajes oraculares, acertijos).
Tanto el Shagdi chino, como la dualidad Oxomoco-Cipactonal mexicana, señalan a la diferencia, a lo absolutamente otro, como el umbral del misterio: esa nada que da sentido a todo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario