Las obras de anime del maestro Hayao Miyazaki son caudales permanentes de variadas perspectivas, que siempre tienen algo provechoso que aportar cuando se las pone en relación con las más diversas alternativas del pensamiento. En las líneas que siguen esbozaremos una aproximación entre las intuiciones del creador del Estudio Ghibli, y algunos planteamientos filosóficos del pensador italiano Gianni Vattimo.
Sobre la ética de la interpretación
Derivada de su propuesta de una abierta y tolerante “razón débil”, en contra de una racionalidad impositiva y de lógica extenuante, Gianni Vattimo, una de las figuras más relevantes de la intelectualidad europea contemporánea, desarrolló su teoría de la ética de la interpretación.
Pensando en un ambiente secularizado y posmoderno, Vattimo propone deslegitimar los postulados morales absolutos, puesto que solo conducen al sufrimiento e insatisfacción de millones de personas, para en cambio, cultivar una tendencia ética circunscrita a determinada comunidad de sentido.
De allí que la hermenéutica, sea la plataforma teórica adecuada para desarrollar estrategias de eticidad fomentadoras de relaciones humanas más valiosas y perdurables.
Lo bueno y lo malo de ciertas acciones solo podrán ser consideradas así en determinada región, pero no más allá de sus límites. Sin embargo, es preciso llevar a cabo un dialogo multicultural ininterrumpido, dentro de los parámetros del pensamiento débil y la hermenéutica, para gestar mundo, para acrisolar humanidad, por medio de flujos de entramados comunicacionales, que modifiquen esos “valores” relativos, interpretados de acuerdo al ejemplo de otras experiencias sociales.
El Sensei Miyazaki como hermeneuta
Si se observa desde cierta perspectiva, Miyazaki comparte muchas de las iniciativas de Vattimo. Basta pensar por ejemplo, en los valores que defiende la pequeña Heidi, en el inolvidable anime de los setentas, cuyas determinaciones éticas parecerían inverosímiles para un habitante de la civilizada Frankfurt decimonónica, pero en cambio, tendrían un sentido pleno y determinado para los habitantes de los Alpes suizos.
De igual manera, Vattimo estaría muy complacido con Miyazaki en la heroica defensa de la comunicación y el establecer acuerdos vitales, por parte de la princesa Nausicaa, entre criaturas tan disímiles (hermenéuticamente diferentes) como los belicosos humanos postapocalípticos, y los colosales insectos pensantes, los Ohmu, en la cinta futurista Kaze no Tani no Naushika (1984).
Finalmente, cómo no hallar una convergencia, no solo intelectual, sino además muy emotiva, entre los ideales de sociabilidad posmoderna de Vattimo, y el tesón espiritual de San, la princesa de los lobos, y Ashitaka, en su pugna por preservar el sentido sagrado de la naturaleza y sus misterios, en la extraordinaria Mononoke Hime (1997).
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